La trashumancia ganadera y la identidad cultural del campesino chapaco
El origen del campesino chapaco, como forma cultural se basa en los procesos de mestizaje iniciados en la relación fronteriza entre el imperio incaico y los pueblos guaraníes en los valles de Tarija, donde se establecieron diversos pueblos mitimaes andinos encargados de relacionarse con los guaraníes de las tierras bajas del Chaco. Posteriormente, la llegada de españoles de origen campesino introdujo la vertiente cultural ibérica, marcando características importantes para las familias y el trabajo agropecuario.
Las condiciones favorables del clima mesotérmico del valle central han favorecido el establecimiento de las comunidades campesinas y la producción de diversidad de productos agrícolas adaptados a este piso ecológico, y además la variada crianza de animales, como es característico en una economía campesina.
De todas estas actividades, llama particularmente la atención la crianza del ganado vacuno, ya que los campesinos han desarrollado una estrategia de crianza que les permite sortear con éxito la gran variación de condiciones productivas que imprime la secuencia estacional del clima en el valle central de Tarija.
Esta estrategia es conocida como la trashumancia ganadera, y se basa en el traslado cíclico del hato ganadero familiar entre puestos de pastoreo ubicados en lugares definidos y en diferentes pisos ecológicos, de manera que se complementan estacionalmente en sus condiciones de producción forrajera. Durante el verano, el hato familiar es trasladado hacia la zona del Valle Central de Tarija, donde las praderas han reverdecido y pueden mantener a una población determinada de animales; pero al llegar el invierno y bajar drásticamente la capacidad de carga de estos campos de pastoreo, la mayor parte del hato familiar debe ser trasladado hacia los puestos de pastoreo ubicados en las selvas de montaña, a varios días de camino en dirección al naciente.
Las ventajas ecológicas de esta estrategia están en la secuencia alternada de uso y descanso que se imprime a los campos de pastoreo, que luego de 400 años de práctica ha demostrado ser sostenible para la mantención de la calidad ambiental de estos ecosistemas. Económicamente, la práctica de la trashumancia ganadera permite incorporar espacios marginales y desvinculados a los flujos económicos del Valle Central de una manera sostenible y de alto impacto en la economía de las familias campesinas que de otra manera no contarían con este importante aporte.
La trashumancia ganadera se basa en la rotación estacional del hato ganadero familiar entre puestos de pastoreo ubicados en pisos ecológicos diferentes, de manera que en el verano los animales se encuentran en los terrenos de pastoreo familiares en la zona de las comunidades campesinas del valle central de Tarija, y en el invierno se trasladan a los puestos de pastoreo ubicados en la zona de selvas de montaña, una zona deshabita pero usada para la ganadería extensiva. Estos terrenos de pastoreo de invierno son áreas desvinculadas de las zonas pobladas del valle central debido a lo abrupto de su topografía y a lo inestable de sus suelos, lo cual ha permitido que se mantengan hasta ahora como áreas deshabitadas.
Mediante la trashumancia ganadera es posible vincular estas áreas hacia los flujos económicos del valle central, al permitir incrementar la capacidad de carga del sistema en su conjunto, ya que si no fuera por estos ambientes, el campesino chapaco tendría que criar menos animales, de acuerdo a la capacidad de carga establecida en el invierno en el valle central. Asimismo, al estar bajo control campesino, también se aprovecha el recurso de la madera a una escala doméstica, con efectos ambientales bajos y con un impacto económico en las familias campesinas del Valle Central.
La práctica de la trashumancia genera un arreglo institucional de facto, que genera un territorio de trashumancia, con estructura organizativa interna y límites claramente definidos, lo que permite a los campesinos que tienen sus puestos dentro del territorio, entre varias otras cosas, garantizar el respeto de su puesto por parte de los otros usuarios, que siempre tienen la tentación de invadir con su propio ganado, especialmente en años cuando hay poca producción forrajera en su propio puesto. Este arreglo institucional, sin embargo, como muchas instituciones tradicionales campesinas, no son reconocidos formalmente por las instituciones públicas, y generalmente no son conocidas por éstas, viéndose obligadas a moverse en un ámbito de informalidad e incomprensión.
Si estos terrenos no estarían bajo control campesino, lo más probable es que estén en posesión de sectores madereros privados y extractivistas, y la experiencia regional demuestra que una explotación mecanizada de la madera en estos frágiles ambientes, tendría un alto impacto ambiental y bajos beneficios sociales. Además, esta explotación no fortalece la estructura de gobernanza[1] campesina y comunal del territorio, más al contrario, atenta contra él, lo debilita y pospone sus propósitos de desarrollo sostenible y humano.
Si bien es cierto que la actividad de la trashumancia ganadera produce espontáneamente un arreglo institucional tradicional de tipo comunitario, pero formalizado bajo la forma asociativa, permitiendo la gestión del territorio trashumante por los propios campesinos, el Estado no la reconoce como una actividad que vale la pena ser apoyada por no ser ganadería de tipo “empresarial” e intensiva, sino más bien “comunitaria” y extensiva. La consolidación de la AGAVAT ha permitido en alguna manera incorporar esta institucionalidad tradicional a la formalidad de las leyes, visibilizando la naturaleza de la trashumancia y fortaleciendo el derecho propietario de los ganaderos trashumantes, lo que permite a su vez balancear las relaciones de poder entre los campesinos y otros intereses externos en la disputa por el control de estos recursos. Además, ha jugado un rol importante en la mantención de la trashumancia como forma de dominio territorial campesino, que aplica la estrategia tradicional de manejo extensivo cuyos impactos ambientales, sociales, económicos y culturales son positivos.
[1] Aquí usamos el término de gobernanza para denotar un arreglo institucional que garantiza a los campesinos trashumantes un sistema de gestión del territorio de trashumancia, bajo sus propias normas y reglas tradicionales; a diferencia del termino de gobernancia que sugiere un balance o equilibrio de fuerzas políticas en el control de la institucionalidad del Estado en sus diferentes niveles, que viabiliza un acuerdo social para permitir la normal gestión de un programa de gobierno.