Incremento de la producción y el crecimiento de las bodegas de vinos y singanis
Como todo predio y solar campesino, los de la comunidad San Antonio Las Cabaña, giran en torno a la agricultura familiar. La familia decide en torno a su sistema productivo, la diversidad de productos para su seguridad alimentaria y generación de ingresos para cubrir sus necesidades básicas y además, excedentes para ahorro, inversión o diversión.
El agua y el clima son variables productivas primarias que condicionan la producción de este sistema familiar productivo y definen la seguridad económica; determinando a su vez, la búsqueda de otras fuentes de ingreso como la venta de fuerza de trabajo por medio de la migración interna o externa, estacionaria o permanente, buscando siempre mejores oportunidades, visión compartida por mujeres y hombres jóvenes.
Un sistema de riego de las características de “San Jacinto”, observando las condiciones de las comunidades donde se instaló, generó inmediatamente mejores condiciones de producción, asegurando el rendimiento agrícola por todo el año y generando poco a poco territorios productivos especializados en pocos cultivos, y promoviendo así el monocultivo.
El pensamiento que se infundió hacia la década de los noventa, fue el de la “revolución verde” que se sustentan en la uniformización de los cultivos extensivos y la maquinización del campo, como parte de un “paquete” tecnológico para mejorar sus rendimientos. Todos estos principios vieron aplicar y favorecer a la uva como un cultivo que por las condiciones de adaptabilidad, cultura, variabilidad genética y rendimiento, tenga mayor impacto del proyecto de riego. Se generó una cadena de valor para incrementar el área de cultivo, asegurar los procesos de transformación de vinos y singanis para consolidar altos estándares de comercialización, selección y variedad, bajo la visión de la empresa privada y acumulación de capital.
San Jacinto fortaleció el crecimiento de la producción de uva y su transformación en vinos y singanis en bodegas que inicialmente eran de producción familiar y tenían una orientación comercial local (que por efecto de la demanda del producto pasaron a una etapa industrial), que al obtener el riego mejoraron su rendimiento y producción, y asentar una visión de crecimiento, internacionalización y expansión. De esa forma, se instauró en la región una lógica de concentración de tierra y recursos como el agua, motivo por el que desde los noventa puede verse modificada fisonomía del valle central de Tarija, donde comunidades campesinas como San Antonio de la Cabaña se encuentran rodeadas por grandes monocultivos de uva.
Con el tiempo al ser identificada como una zona apta para la instalación y producción de viñedos a escala agroindustrial, naturalmente el valor de la tierra creció significativamente, hasta convertirse en uno de los más altos del país. En ese contexto, las comunidades campesinas fueron absorbidas como facilitadoras de materia prima y fuerza de trabajo disponible para los procesos de producción de vinos y singanis.
El impacto del monocultivo a favor de las bodegas y la situación de la agricultura familiar
El “paquete tecnológico” al que nos referimos, consiste en la instalación y concentración de todo un territorio de producción de uva, con la capacidad de implementar variedades, realizar manejo tecnificado y alcanzar estándares de calidad de materia prima a favor de la agroindustria. Lo que está en juego, no sólo es la producción de un cultivo, sino que el proceso industrial y los buenos rendimientos y ganancias que genera, el cual beneficie a todos los actores que participan de esta cadena: productores propietarios de los medios de producción, proveedores de insumos químicos, dueños de las bodegas y comercializadores, entre otros. Este panorama deja en claro que el impacto del proyecto San Jacinto es la instalación de todo este sistema productivo, que corresponde y favorece a la empresa privada y en menor escala a las comunidades campesinas.
Además de estos beneficios, esta forma de producción intensiva y extensiva de la vid, demanda bastantes insumos, como las 18 o 20 aplicaciones para un ciclo agrícola, de controles fitosanitarios para asegurar el buen rendimiento, lo que naturalmente afecta al recurso agua y suelo utilizado.
Lo intensivo de esta producción dificulta la producción de alimentos para las familias campesinas y genera riesgos para su salud. Además, al ser un territorio cercano a la ciudad y tomando en cuenta las complementariedades necesarias entre lo urbano y rural, el panorama es el que se ha comprobado en muchos lugares donde una ciudad rodeada de monocultivos a la larga tendrá problemas de tipo alimentario, cambio climático y oscilaciones térmicas mayores a otras ciudades que sí cuentan con un variado cinturón alimentario gracias a una diversa producción campesina.
Pese a este contexto, no se puede negar que los campesinos se favorecen sus ingresos participando del monocultivo y recibiendo, en baja escala, los beneficios de la dinámica agroindustrial del vino y el singani. Seguramente esta producción primaria tenga mejores ingresos que otras zonas del país, sin embargo, no puede perderse de vista el riesgo de la seguridad alimentaria y la descomposición comunal por la no garantía en el acceso a la tierra.
Al construirse la presa y el sistema de riego –como se indicó, vino el proceso de mercantilización de la tierra – y terrenos que serían beneficiados con agua fueron identificados y se iniciaron procesos de conflictividad interna, acaparamiento e incluso avasallamiento. En la comunidad en total hay 50 familias de las cuales 30 son afiliados activos y 20 no son afiliados (son aquellas familias que se apropiaron de la zona comunal de pastoreo, sin oportunidad de riego); y que reclaman terrenos con riego. Este conflicto ocasionó que ambos sectores ingresen en procesos judiciales que impidieron el regular curso del saneamiento de parte del INRA y recién entre el 2012 y 2013, se emite un fallo a favor de la comunidad; es decir, 30 familias afiliadas que responden orgánicamente al sindicato y sub central campesina, que por ley tienen derecho a la tierra y recursos naturales.