La Historia de la Unión de APRs en la voz de sus protagonistas.
Los protagonistas de nuestro caso son cuatro dirigentes de APRs de sectores rurales de Petorca que forman parte de la Unión de APRs de la cuenca del Río Petorca, cuya historia de amor por su tierra, el esfuerzo y trabajo que comparten con otros dirigentes de la comuna, ha sido fundamentales para mantener viva la esperanza y mantenerse firmes en la lucha por su derecho humano al agua. Lo que las une es la convicción de que el agua es un derecho humano que debe recuperarse para garantizar el acceso a la tierra.
Hernán Díaz. Dirigente APR El Manzano
“Estábamos todos, el gobernador y todo el personal de la gobernación que estaba en la mesa del agua y se les ocurre colocar en todos los puestos un vaso de agua. Viene una señorita y nos sirve el vaso de agua con mucha amabilidad y ya venía la resolución de entregar los 50 litros de agua por persona, entonces les digo yo, a ver vecinos, antes de que se tomen el vaso de agua, señor gobernador, le dije yo, usted se da el lujo de servirnos un vaso de agua lleno, que para nosotros es un privilegio. Si esta reunión fuera en mi sector, yo tendría que entregarle así un poquito de agüita…”
Hernán Díaz, fundador y presidente del comité de Agua Potable Rural de El Manzano, es nacido y criado en Las Palmas, comuna de Petorca, un hermoso sector que debe su nombre a la gran presencia de Palma Chilena. Ahí vive con su familia, compuesta por su señora, hijos y nietos. Hernán es conocido en todo Petorca y comunas cercanas, porque es tocador de guitarra para El Canto a lo Divino, antigua tradición de la religiosidad popular chilena. Los Cantores a lo Divino son los encargados de cantar la Palabra de Dios a través de décimas[1], en distintas fiestas donde se honra a la Virgen, la Madre del pueblo. Esta tradición está profundamente vinculada con la tierra, sus recursos naturales y con el modo de subsistencia rural. Hernán nos cuenta que recibió el Don de tocar a la guitarra a los 17 años, cuando fue a una fiesta a la IV región con su madre. Había en ella sólo cantores y ningún tocador de guitarra. Hernán le prometió entonces a la virgen que, si lo guiaba en aprender, volvería el año siguiente tocando la guitarra. Y así fue hasta el día de hoy, que deja todo trabajo remunerado de lado, si alguna comunidad lo requiere para tocarle a la Virgen sus melodías.
“Yo siento por la tierra en que yo nací, el mismo cariño que siento por mi madre que me parió. El que no ama a su madre, no ama la tierra donde nació. Los que sabemos valorar nuestra tierra, el lugar donde nosotros nacimos, es igual que el amor que tenemos por nuestra madre que nos anduvo trayendo en su vientre y ella nos parió, nos dio el ser. Ella nos dio el ser a este mundo y la tierra nos recibió.”
Hernán es un hombre que habla claro, con convicción y gracia. Trabaja a diario entre los cerros de Petorca, como pirquinero[2] independiente extrayendo carbonato de calcio, que es el mineral base para pinturas, cerámica, baldosas y granito. Es uno de los pocos pirquineros que ha logrado subsistir pese a las exigencias cada vez más rigurosas del Estado Chileno para desarrollar esta actividad económica. Ha pasado momentos críticos, pero junto con su familia ha logrado salir adelante.
“Al pirquinero lo mató el Estado Chileno porque fueron colocando leyes que hicieron que se cerraran las minas, progresivamente. Los requisitos para nosotros eran muy grandes. Nos hacían pasar por un harnero (cedazo o tamiz) a grandes y chicos. Sólo los grandes quedaban. El Estado apoyó a la gran minería e hizo desaparecer a los chicos. Afortunadamente, con mi familia le doblamos la mano y hasta hoy, gracias a Dios, seguimos trabajando y nos va bien.”
Este modelo económico que ha privilegiado a la gran minería en desmedro del trabajo de los pirquineros artesanales, también se puede ver reflejado en la sobreexplotación de los valles por parte de la industria agrícola, que ha desmantelado la flora y fauna nativa, acabando con la vida de campo. Cuando había agua, las familias del territorio poseían huertas que permitían la subsistencia en concordancia con los ciclos de la naturaleza. Hernán tiene una posición que trasciende a la crítica común a la gran industria, y apunta principalmente, a los habitantes de la tierra que no han sabido protegerla.
“Cuando el río tenía agua, era lo más lindo. Uno se bañaba, jugaba en el agua. Nosotros vimos grandes bajadas de agua, los jóvenes de hoy no han visto nada. Ahora es solo un pedregal. Tenemos muy lindos recuerdos porque la vida de campo era distinta hace 20 o 25 años atrás. Había huertos con papa, cebolla, legumbres que se producían en los mismos sitios. Yo creo que los grandes empresarios no tienen tanto la culpa como nosotros mismos, como los dueños de la tierra que la hemos vendido a los empresarios, que su objetivo es producirla. Explotarla. Antes de vender, se debió pensar qué se vendía con la tierra: el agua, la historia, la cultura. El mismo pueblo fue el que permitió que este desastre ocurriera.”
Hernán Díaz, Dirigente APR El Manzano.
El año 2012, Hernán Díaz ya sabía que dentro de poco se enfrentarían con su comunidad al problema de la falta de agua. Entonces comenzó a realizar un trabajo solitario para organizar a sus vecinos de El Manzano, que en principio no comprendían la importancia de este tema. Con pocas personas, el 22 de noviembre de 2014, logró constituir un comité de Agua Potable Rural. Realizó gestiones a través de la Gobernación y la Municipalidad de Petorca para conseguir estanques, camiones aljibes y otros recursos. Aun así, el apoyo de los vecinos era escaso, puesto que el año 2015 todavía no salía agua a través de sus cañerías. Pensaban que la red, los medidores, se instalarían de forma inmediata, desconociendo lo difícil y engorroso que resulta muchas veces el trato con las instituciones. A pesar de que lo dejaron solo en la lucha, tildándolo de “loco”, Hernán Díaz, no claudicaba y asistía a todas las reuniones sobre el tema del agua, a nivel local y también regional, aprendiendo y dando a conocer la problemática que afectaba a su comunidad, que fue en un momento el símbolo de la sequía, por ser una localidad alejada y con altos índices de vulnerabilidad.
“Yo mismo me hice un propósito, dije yo, como que me llamo Hernán Díaz, este APR lo voy a conseguir y ahora gracias a Dios está todo terminado, tenemos tres estanques, tenemos la red, las 30 casas las tengo con arranque, es una historia bien bonita. Pero la falta de apoyo es un síntoma de país. Aquí hay algo, cuando nosotros los dirigentes flaqueamos, flaquea todo. Yo seguí en la lucha del agua y desde la fecha hasta ahora, que ha habido hartos problemas, a El Manzano nunca le ha faltado agua muchos días, puesto que, si falta, yo inmediatamente lo soluciono, como corresponde.”
Para la lucha de Hernán Díaz, ha sido fundamental el apoyo de la Unión de Agua Potable Rural de la Cuenca del Río Petorca. En ella ha encontrado una familia, una red solidaria donde cada dirigente sabe que cuenta con apoyo y representación de una organización de peso, que tiene respeto y prestigio a nivel nacional e internacional.
“Yo me puse una misión: dejar El Manzano con una red de agua potable rural. Esto es importante para el sector, pero también para mí como dirigente. Antes de la existencia de la unión, cada dirigente trabajaba para su lado, pero cuando se formó la unión como institución, sentimos que tuvimos más fuerza, más apoyo y de esa forma mejor acogida con las autoridades. “
Hernán Díaz no claudica. Tal como asiste a todas las fiestas en honor a la Virgen a las que lo invitan las comunidades, asiste a todas las mesas del agua, donde se reencuentra con esa gran familia que es la Unión de APRs de la Cuenca del Río Petorca. Esa familia que sigue dando la pelea en una de las épocas probablemente más duras que les ha tocado vivir. Esa familia que consiguió, entre otras cosas, la creación de la primera Oficina de Asuntos Hídricos del país, creada por la Municipalidad de Petorca, donde se canalizan todas las gestiones sobre el agua. Después de la soledad inicial, Hernán Díaz sabe que la Unión hace la fuerza y la persistencia siempre deja frutos.
Luís Godoy. Presidente de APR la Canelilla
“Sin la lluvia no somos nada. El que vive en el campo, el que vive en la ciudad. Al final todos sin la lluvia no somos nada. Hay problemas en todos lados por la falta de lluvia. Si este año es igual que el del año pasado, no vamos a tener agua para tomar. Diez mil personas se benefician de la aducción. No somos pocos y que las autoridades estén tan tranquilas…yo le tengo miedo a eso.”
Luis Godoy, se levanta a las siete de la mañana y a las ocho está trabajando en su tierra bajo el sol inclemente de Petorca. Es presidente y operario del sistema de agua potable rural de su comunidad La Canelilla, un sector de Petorca. Entre frondosas lechugas hidropónicas, camina mientras conversa. Toma con delicadeza lechugas y frutillas mientras habla sobre reinventarse en los tiempos de crisis, de esta en particular que no pareciese terminar nunca. La Hidroponía la aprendió a través de un curso de Indap[3] para pequeños agricultores y gracias a esta técnica que ocupa poquísima agua, ha podido resistir a los embates del monocultivo de paltos que arrasa con el agua de su tierra. Mil litros le duran quince días. En el sistema tradicional no le alcanzaría. Su miedo es que se termine la agricultura, sabe que de su trabajo depende la disponibilidad de alimentos para su comunidad.
“Somos la última generación de hijos de campesinos que vive de la agricultura. En el futuro, si seguimos así, vamos a comer solamente lo que fabriquen las grandes industrias. A nuestros hijos ya no les interesa la agricultura. Es esclavizante y sacrificado porque uno va viendo plata cada tres meses, cuatro meses, y ahora la juventud, quieren tener todo instantáneo y ven el sacrificio que hace uno por darles estudio. “
Luis nació y vivió en la parcela que adquirieron sus padres en La Canelilla cuando llegaron de Longotoma, un poblado cercano a la costa en la provincia de Petorca, luego de la reforma agraria chilena el año 1971[4]. Actualmente, en la localidad viven 24 familias y pocas van quedando de las antiguas. Luis tiene un hermano, con quien compartió hermosos momentos de la infancia y adolescencia. Todavía viven en la parcela, cada uno en su casa. Luis vive con su madre e hijo, quien gran parte del tiempo reside en Valparaíso, donde estudia Ingeniería Electrónica. Por él trabaja duro. El hijo, al ver los enormes sacrificios de su padre, le dice que cuando termine de estudiar deberían vender e irse al sur, donde hay agua. Pero Luis no quiere. Sabe que nadie le dará lo que vale su tierra, que es mucho más que dinero.
Sus ojos brillan al recordar. Cuenta que cuando eran niños con su hermano, su padre los cruzaba a caballo al otro lado del río, para que tomaran el autobús que los conduciría hasta la escuela de Pedegua, un poblado cercano. De vuelta a casa después de la jornada, al bajar del autobús, se sacaban la ropa, se colgaban los zapatos en el cuello y cruzaban nadando. Eran tiempos de abundancia de agua, tiempos felices que parecía que no terminarían nunca.
“En el invierno llovía tres o cuatro días, nevaba en los cerros. En verano había hartas pozas en el río, se veía a niños del otro lado, era bien bonito, y años que era bien lluvioso, en los que alcanzaba de un año para otro el agua del río. Ahí se criaban pejerreyes, camarones, entonces uno iba y los pillaba, se entretenía pescando. En invierno quedábamos aislados. Antes que llegara el invierno se compraba mercadería, y lo pasábamos tranquilos, sin ningún problema.”
Luis adora la vida de campo, valora en ella la tranquilidad y la independencia, y aun cuando dice que no se gana mucho dinero, siente un arraigo enorme a tierra. Cuando le dan ganas de comer algo, va y saca directamente alguna fruta o vegetal. Ha sembrado flores, papas, cebollas, lechugas, frutillas y habas. Ha probado de todo un poco para subsistir de lo que sabe hacer y aprendió de sus antepasados. Pero los pájaros se comen lo que siembra. Nos explica que esto se debe a que las aves ya no tienen como alimentarse y andan buscando desesperadas algo para beber y comer. Es decir, la falta de agua impacta enormemente en el ciclo natural afectando a cada ser vivo, desde los insectos a los humanos.
“Antes, como llovía, los pájaros tenían pasto, gusanos, insectos, semillas. Ahora nada y lo único que pueden comer es lo que uno siembra. Los pájaros perforan las cintas de agua para tomar agua. Antes, andaba una bandada de codornices de cincuenta o sesenta pájaros, ahora andan con suerte unas veinte. Las aves rapaces, los gatos, la misma falta de agua y de comida… hace que se vayan extinguiendo.”
Tal como su compañero de la Familia del Agua, Hernán Díaz de El Manzano, Luis coincide en el diagnóstico con respecto del problema hídrico que afecta a Petorca. Además del rol que ha jugado el Estado para propiciar el negocio del agua, cree que este desastre no sería tan grande si los campesinos se hubiesen resistido a vender sus derechos a aprovechamiento de agua, aunque sabe que ha sido la necesidad la causante de esas ventas. En general quienes venden son personas mayores, sin recursos, que ya no tienen energía para trabajar la tierra, y que no cuentan con descendencia interesada en trabajar y defenderla.
“A mi modo de ver, el empresario dice: “si yo tengo inscritos cien litros, yo saco los cien litros porque la ley me lo permite. No me interesan los de más abajo, no me interesa la población. ¿Qué puede hacer contra eso uno? Es re poco. Ellos ofrecen ayuda de pasar un pozo con agua, o camiones con agua, para amortiguar. Para que la gente no se enoje, no se levante.”
Luis plantea que por necesidad muchas veces se ven obligados a aceptar “convenios” con las agrícolas ya que el Estado no se hace cargo y el agua escasea. Nos cuenta, por ejemplo, el caso de un gerente de una Agrícola, que le ofreció un pozo para sacar agua. El empresario les daría la posibilidad de sacar agua del pozo con el compromiso de que los integrantes de la aducción (sistema de agua que abarca el gran territorio) le dieran a su vez autorización para que él extrajera agua de un pozo más profundo. Primero, la comunidad se negó, pero después por la necesidad de agua, tuvieron que aceptar. Luis nos cuenta que el empresario les dijo que de todos modos lo iba a hacer, porque estaba esperando una resolución de la DGA[5] para poder cambiar el punto de captación.
“El pueblo es de reacción lenta eso sí, porque está acostumbrado. Mientras le salga agua de la llave, va a estar tranquilo. Y eso quiere el empresario. Tenernos tranquilos. Entonces regalan agua en camiones, construyen pozos, pagan la corriente y así se sostiene este sistema. Hay que cambiar las cosas. Los empresarios agrícolas, si se pone muy malo (con la sequía), cierran el predio no más, pero los que estamos condenados somos la gente que hemos vivido aquí, los pequeños. Por una parte, está bien que existan, porque dan trabajo, pero resulta que no se llenan nunca. El rico nunca va a querer que el pobre surja.”
Hoy por hoy y tras el estallido social de octubre de 2019 que al día de hoy tiene a millones de chilenos y chilenas movilizados a lo largo de todo el país, se abre quizá la única esperanza institucional para recuperar del agua. La Constitución de la República y el Código de Aguas, que se han intentado reformar en varias ocasiones sin éxito, por primera vez durante la democracia están cerca de ser cambiados o, en el mejor de los casos, escrito desde una página en blanco. Sin embargo, Luis observa con desconfianza el proceso:
“El pueblo se revolucionó en contra de la política, no contra el gobierno de turno, entonces cayeron todos los políticos al saco, ¿Qué están haciendo los políticos? Esas quemas que están haciendo (incendios a pequeñas empresas), para mí la están ocasionando ellos. Porque si yo tengo el negocito, me lo destruyen, voy a ir en contra de los que están protestando. La gente por la misma necesidad de comprar, también se va a ir en contra. Andan buscando que el pueblo se ponga en contra y ellos se lavan las manos. Muchos de los desórdenes los provocan los infiltrados. Es una estrategia política para debilitar el movimiento. Buscan delincuentes, narcos, pero no es la gente, creo yo. Entonces se ve lo que hacen y lo niegan. Muestran lo que les conviene. Están creando una psicosis. La gente se aglomera para abastecerse se alimentos. Es complicado. Ellos se aliaron, hacen nuevas leyes para darle más poder a las policías en vez de hacer reformas para la salud, las pensiones. No han hecho nada. Se han enfocado a defenderse entre ellos. Han creado leyes para protegerse. Se juntó toda la clase política para hacer acuerdos.”
En Petorca, gracias al Código de Aguas, se ha forjado un negocio inescrupuloso de extracción y venta de agua. La municipalidad le compra a privados el agua que ellos extraen con grandes y costosas maquinarias. La municipalidad abastece con camiones aljibes a sus pobladoras y pobladores que simplemente no tienen agua. Muchas obras han sido aprobadas por el gobierno local, han hecho los pozos, sin embargo, faltan recursos para hacer las conexiones y comprar bombas. Hay una urgencia evidente, puesto que lo que está en juego es la vida, pero para Luis las autoridades no actúan con la suficiente rapidez. Según él, mientras se construyen los pozos ya debiesen estar aprobándose los recursos para hacer funcionar los sistemas y hacer las conexiones, por ejemplo.
También responsabiliza a las autoridades de antaño y de hoy de permitir el monocultivo sin verificar el impacto ambiental que tendría. Según cree, todo árbol nativo que sacaron para instalar un palto, debió ser repuesto en otro lado del valle, para asegurar la vida que hoy vemos a punto de extinguirse:
“Antes había quillayes, alcaparras, molles, litres, peumos y en todas las casas habían arboledas de frutales. Incluso el río era un montañal de chilcas, una cantidad de pimientos eucaliptus, que había que cortarlos para pasar. Incluso era tenebroso para pasar en la noche. Se contaban hartas historias, había una que se contaba que era la de la llorona. Uno escuchaba a la llorona, ahora no se escucha. Se debe haber ido con el agua.”
Tal como dicen los otros integrantes de la Familia del Agua, Luis tiene la percepción de que las cosas han cambiado y para bien desde que existe la Unión de APRs de la cuenca del Río Petorca. Hoy existe a su juicio mayor solidaridad y preocupación por el bienestar colectivo. Gracias a la necesidad que los fue agrupando, las personas se han ido conociendo y logrando propósitos en común. Luis destaca el banco de herramientas, que es un conteiner emplazado en la municipalidad, al lado de la Oficina de Asuntos Hídricos que posee herramientas de todo tipo, gracias a lo cual ya no gastan en arriendo de herramientas y pueden reparar ellos mismos los problemas técnicos que se les van presentando. Además, a través de la Unión de APRs, el Banco de Herramientas adquiere grandes cantidades de cloro a un precio mucho más conveniente del que gastaba cada APR de manera individual.
El Banco de herramientas es un proyecto que fue gestado en el núcleo de la Unión. Es por eso que cree que la Unión es una iniciativa maravillosa que tiene una fuerte responsabilidad social de la que él es parte activa.
María Inés Catalina Espinoza, dirigenta de María la APR de Quebrada de Castro
“Yo lucho por las tierras de la abuela Lucha”.
María Inés Catalina Espinoza, conocida por toda la comunidad como Katy, nació en Chincolco y fue criada en Quebrada de Castro. Ambas localidades de Petorca. Hasta el día de hoy cuida la casa de adobe de su abuela donde dice, vivió los mejores años de su vida. Año tras año realiza, junto a su familia y comunidad la Alojada de la Virgen, fiesta popular religiosa que consiste en que una imagen de la Virgen del Carmen realiza una peregrinación alojando noche tras noche en casa de familias devotas, que preparan una verdadera fiesta en honor a su Madre. Allí atienden con comida a los invitados, cantores y cantoras cantan a Lo Divino toda la noche, bailan Cueca y Lancha. Por supuesto, don Hernán Díaz de El Manzano, toca la guitarra para los cantores y bailarines. Katy, además de ser la anfitriona de la fiesta, es bailarina de Lancha, una danza en la que un solitario bailarín o bailarina, provisto de un pañuelo, da pequeños saltos al compás de la música frente a la Virgen. La señora Katy ama su tierra, encendiendo el fuego de su centenaria cocina, se reencuentra con su amada abuela Lucha. Aunque vive durante la semana en Petorca pueblo, todos los fines de semana va con su familia a su casa de Quebrada de Castro, que según dice está intacta desde que la abuela partió.
“A mi abuela Lucha le gustaba tomar mate, salir con nosotros los nietos a misa, rezaba la novena, era muy católica, ella crió a 8 nietos. Criaba animales, sacaba leche, hacia queso, cosechaba trigo, el trigo lo hacía majao, frangollo. Yo heredé su sabiduría, los picarones que hago yo, el pan, todos los alimentos. Yo me siento feliz de lo que la abuela me entregó, porque ahora yo se lo entrego a mis nietos.”
La abuela Lucha era una fiel representante de la campesina chilena, mujeres que trabajaban de sol a sol criando a sus hijos, nietos y vecinos, que limpiaban el hogar y la vestimenta de los suyos, que cuidaban de sus animales, plantas y huertas, produciendo y preparando alimentos, que realizaban labores domésticas tales como lavar ropa en el río para familias de dinero que pudieran pagar por ese servicio.
“Yo cuando era chica tenía que acarrear agua en tarros, en tinajas de greda, del canal a la casa, sacábamos agua temprano en la mañana, era para tomar agua fresca durante el día. No había restricción de agua, alcanzaba. Si faltaba iba a buscar al canal. Lavaban con batea, la ropa blanca la hacían hervir.”
Fuera de ello cultivaban las tradiciones religiosas. La mujer chilena campesina era y es guía espiritual de su comunidad, a veces rezando, a veces cantando, preparando las fiestas en honor a la Virgen para su comunidad. El agua en todas estas actividades que trascienden la mera subsistencia, es fundamental, por lo que la desaparición del río y el agotamiento de sus fuentes fue un golpe duro para Katy Espinoza y su familia, quién ve morir día a día el legado de su amada abuela Lucha.
“La falta de agua fue una gran frustración. Fuimos secándonos de a poco. De menos a más. Primero, venía el agua por canal, después se fueron secando aguas de las vertientes y canales, fueron bajando las aguas de los pozos y se fueron secando las arboledas. Se secó definitivamente el año 2011. Quedamos sin nada. Más encima el caballero de al lado tenía sus tremendas plantaciones de paltos y nosotros sin agua ni para tomar. Fue una injusticia muy grande. Teníamos que buscar una alternativa de cómo llegar con el agua a la comunidad.”
El comité APR de Quebrada de Castro se formó antes en el año 1998. Se traía el agua por mangueras desde la quebrada que da nombre a la localidad. Cada familia tenía una llave afuera de la casa a través de la cual disponían de agua. Pero entonces, se secó la vertiente. Los dirigentes de ese entonces acudieron a la municipalidad a plantear el problema que los aquejaba y a solicitar ayuda para alguna solución. La municipalidad comenzó a abastecer de agua a la comunidad de Quebrada de Castro a través de camiones aljibes. Vivieron de ese modo durante largos 10 años.
“Vivir con camiones aljibes es difícil, porque hay que racionarlo todo, si tienes baño dentro de tu casa, no puedes tirar la cadena, porque ¿cuánta agua se lleva? Con 50 litros apenas no se puede vivir, agua para tomar, para lavar, ni para darle comida a los animales (…) todo lo que hemos pasado ha sido muy difícil.”
La gestión de Katy Espinoza como presidenta del comité del APR de Quebrada de Castro comenzó el año 2005. Es una comunidad pequeña, son apenas 8 familias, que en total no superan a las 25 personas. Al principio de su gestión costó mucho lograr la unidad de la comunidad. Surgió entonces la idea del proyecto para construir un pozo que se conectara con la Aducción, el que fue financiado por la municipalidad. Además, se consiguieron recursos con la gobernación de Petorca, para hacer la red, construir una caseta, adquirir las bombas y todos los insumos que necesita una obra de esta naturaleza. Sin embargo, en innumerables ocasiones, pusieron varias trabas para su realización, por lo que las familias se iban desanimando al ver que la promesa de agua no se cumplía.
“Desde la Gobernación hablaban del proyecto, pero no salía. -Tu proyecto está listo antes de que termine el año 2018, quedarán con agua definitiva- me decían, pero no pasaba nada y ahí dijimos -no puede ser-. Esto hay que gritarlo y golpear la mesa. Se fue luchando hasta que logramos. Pero tuvimos que estar encima. Ser constantes. Luchar en contra de la burocracia. Hay que tener voluntad para hacer las cosas, porque si no se tiene voluntad, una se cansa y deja botadas las cosas.”
Esa voluntad habla del amor que tiene Katy por su comunidad, pero el camino ha sido sumamente difícil y agotador en términos prácticos y emocionales. Y es que Katy, como la mayoría de los habitantes de Petorca, no ven la tierra como un lugar desde el cual simplemente extraer recursos. Ellos ven la tierra como un ser vivo, como una madre que comparte sus riquezas con quienes la cuidan. Lamentablemente los dueños de las agrícolas que explotan la tierra con monocultivo de paltos, no tienen la misma concepción, chocando fuertemente con la visión de los pequeños campesinos, que sin los mismos recursos económicos y técnicos les cuesta muchísimo subsistir.
“Da impotencia al ver cómo ellos no tienen conciencia, porque si ellos tuvieran conciencia y se pusieran en el lugar de los demás, de nosotros que somos vecinos, esto no estaría ocurriendo. Nosotros pasamos muchas lágrimas, yo me las lloré mucho en muchas mesas del agua, me las lloraba porque me daba pena de ver que tú andabas en las mesas y tratábamos de lograr las cosas, y no era porque no teníamos apoyo, era porque el de más allá, el de arriba, en la cabeza, con los que tienen las paltas, no saben darse cuenta de que uno necesita. Porque si hay una emergencia, se supone que es porque el proyecto tienes que hacerlo ya, y no esperar que vengan más años secos para poder lograr las cosas. Ellos haciéndose ricos, regando sus paltos todos los días, y una pasaba por la calle y veía cómo el agua regaba los paltos y nosotros con los camiones aljibes…entonces da impotencia, rabia. Pero entonces eso te hace más fuerte, para seguir luchando por la comunidad, por todos, porque si no nos cuidamos entre todos, no vamos a salir adelante. Mis hijos, mis nietos, dicen “mi mamá siempre luchando, no sólo para ella, sino para todos”. Ha sido difícil, pero se logra. Ahora nosotros tenemos el problema solucionado, pero hay más comunidades que tienen el mismo problema, uno dice “uno menos”, pero hay muchos. Hay que seguir apoyando y tener paciencia.”
En ese sentido la Unión de APRs de la cuenca del Río Petorca es para Katy Espinoza una verdadera y gran familia. En ella ve reflejada una lucha colectiva que trasciende a su comunidad y que, al unirse, potencia todas las gestiones y proyectos. Reconoce especialmente al grupo de profesionales de la Universidad de Playa Ancha que llegó a colaborar con un proyecto al territorio, gracias al cual dice, la unión se forjó.
La voz de Katy Espinoza es suave y serena, sin embargo, transmite una gran potencia y claridad. Ella misma reconoce que jamás pensó que sería la vocera de su comunidad por el tema del agua, incluso la han entrevistado en distintos medios de comunicación nacionales e internacionales. La fuerza para sacar la voz se la ha dado el amor por su comunidad y la tierra de su abuela Lucha.
“Quebrada de Castro se conoció en todo el mundo. Se hicieron muchas entrevistas. Una se siente privilegiada porque cuando una esté vieja le va a contar a sus nietos. Me conocen en todas partes. Al principio me daban nervios, me costaba porque se me cansaban las palabras, no hallaba que más decir. La unión es fundamental para la conexión de esta lucha. La fuerza me la da ver a mi comunidad sufriendo, a las familias enteras sin agua, ver a los ancianos que muchas veces por problemas de salud no se pueden mover. Si yo no me movía por ellos no pasaba nada. Las personas ancianas no pueden llegar e ir a la gobernación. Yo me siento feliz de que todos hoy día están contentos. Logramos lo que queríamos y me encuentro feliz y orgullosa. No era para algo mío, sino para toda la comunidad.”
Después de años en la lucha, hace cuatro meses que la comunidad ya cuenta con su red y suministro para cada casa. Cuando la persona encargada de rastrear los puntos de agua, por fin la encontró a los cuatro metros de profundidad, Katy no podía creerlo. Fue tanta la alegría que se lanzó al agua. Hoy la sequía arrecia todo el valle, pero Quebrada de Castro, la tierra de la abuela Lucha tiene agua gracias a su nieta y a la Familia del Agua.
Álvaro Escobar, Presidente de la Unión de APRs de la Cuenca del Río Petorca
“La mesa del agua evoca la antigua vida en común. No hay trilla, pero hay mesa del agua. El compartir está en nuestros genes”
Álvaro Escobar es el gerente de APR de Hierro Viejo y presidente de la Unión de APRs de la Cuenca del Río Petorca. Estudió y vivió en Viña del Mar durante años; tiempo después, decidió volver a su pueblo a aportar con los conocimientos adquiridos a su comunidad y se reintegró a la vida social. Hijo de comerciantes petorquinos, vivió toda su infancia en el barrio comercial de Petorca rodeado de varias tiendas que hoy no existen y que abastecían a la comunidad: zapatería, abarrotes, telas y la carnicería de su familia, que hacía trato directo con los campesinos ganaderos. Álvaro creció con las bondades de un pueblo pequeño y feliz, cercano al campo. Su madre era viñamarina con ancestros en Petorca y su padre petorquino, oriundo del sector de Quebrada de Castro, igual que la familia de Katy Espinoza, quienes, por cierto, se conocían.
Su cercanía e interés por la comunidad viene de familia. Álvaro describe a sus padres como personas muy solidarias, amables y apegadas a su pueblo, su casa siempre estaba llena de gente. Su padre, además de atender su negocio, formaba parte de un club deportivo en Petorca. Su hermana fue directora de la escuela donde ambos estudiaron de pequeños. Su madre también tenía una vocación social muy marcada. Era catequista de la iglesia y tenía la pastoral penitenciaria a cargo; luchó activamente para que hubiese acceso al agua potable en un sector de Petorca donde vivía la bisabuela de Álvaro. Dice que él nunca observó en su familia un afán de enriquecimiento personal, sino que un deseo genuino de que el bien común reinara en su pueblo.
“Conozco a la gente de los APR que están hoy día de dirigentes, pero son los mismos que yo conocí cuando era chico, iban a las trillas donde mi abuelo, porque cuando se cosechaba el trigo se hacían trillas, entonces llegaban todos estos vecinos, gente de Los Comunes, de La Polcura. Cuando mis abuelos hacían las trillas, iba toda la gente de nuestro sector y yo me acuerdo perfectamente, llegaban todos, desde doña Lucha (abuela de Katy) para arriba iban a ayudar, y se hacían almuerzos comunitarios, porque todo era comunitario, pero después mi abuelo tenía que ir a ayudar a la trilla de otro vecino, porque se trataba de compartir”
La vida social y el desarrollo económico en Petorca, giraba en torno al río. Todos los sábados Álvaro y su familia iban a visitar a su abuelo al sector de La Polcura. Tenían que cruzar el río, muchas veces a caballo y el agua llegaba hasta la mitad del animal. Había años más secos que otros, pero la abundancia al parecer era casi constante. Si el río tenía mucha agua, tendrían una primavera hermosa y un verano de buenas cosechas, que serviría para almacenar alimentos para el invierno. Al haber agua, los animales tenían forraje, por lo tanto, habría carne para el período que venía. Gracias a esta abundancia de agua, había sustento para toda la comunidad. Se podía ver, en los huertos familiares, plantaciones de papas, choclos, viñas, cebollas, tomates. Se utilizaba el trueque, la familia de Álvaro, por ejemplo, compartía choclos con toda la comunidad y a cambio recibían zapallos de algún vecino, o legumbres, o lo que hubiese. Las mujeres hacían mermeladas y otras conservas con las frutas y verduras. Los niños y niñas crecían jugando en las calles de Petorca, en las eras de trigo en el campo, pero sobre todo en el río, compartiendo frutas que la tierra les proveía. Álvaro tiene recuerdos hermosos e hilarantes que hablan de que el compartir era parte de su forma de relacionarse hasta en los aspectos más cotidianos.
“Los mejores amigos, los hacíamos en las pozas del río. Ahí pasábamos toda la tarde y nos daba un hambre caballa, entonces compartíamos una fruta, una uva, un durazno lavado en el río, nadie se enfermaba comiendo el mismo durazno. Un dulce era comunitario, pasaba de boca en boca. Nos secábamos al sol. Nadie tenía toalla, ni se preocupaba de los rayos solares. Éramos como 20 o 30 cabros chicos. Cuando escuchábamos el silbido característico de mi papá, teníamos que volver a la casa. Nuestra vida fue hermosa porque fue en comunidad y en contacto con la naturaleza.”
Álvaro ha vivido en carne propia cómo es ser dirigente de APR antes y después de la conformación de la Unión de APRs de la Cuenca del Río Petorca. Él define este momento fundacional como un gran estallido que eclosionó para hacer visible todas las partes que conforman el engranaje que es hoy la Unión. Luego de eso, vino el trabajo de estructurarla, dialogar y comenzar a trabajar por los proyectos que tenían en común como familia del agua. Antes de la creación de la unión cada dirigente luchaba de forma anónima por su comunidad, no existiendo una red de apoyo para retroalimentarse y evolucionar.
“Viene la sequía y empieza a haber un problema común, a todos los APRs les empieza a faltar el agua. Entonces los dirigentes comienzan a llegar a la municipalidad a pedir soluciones para su comunidad. Nos llamaban a reuniones, y poco a poco, empezamos a ubicarnos, a saber quiénes éramos, a mirar a los vecinos y darnos cuenta de que éramos lo mismo. Genéticamente éramos comunidad. Solo había que recordarlo.”
Álvaro Escobar, Dirigente APR Hierro Viejo. Presidente de la Unión de APRs.
Una de las características más claras de la sociedad chilena post dictadura, es el individualismo. Es una sociedad desigual, donde las brechas económicas son abismantes. El pueblo lucha por sobrevivir, mientras que el porcentaje más rico, que es el mínimo, se enriquece a manos llenas. Tal como el estallido social de octubre del 2019 en Chile, que ha generado un movimiento social masivo e inédito y que está a punto de cambiar la constitución de 1980, el estallido al que hace mención Álvaro, y por el cual se generó la Unión de APRs de la Cuenca del Río Petorca, tuvo que ver con un despertar colectivo en contra la injusticia que existe en el territorio, con un profundo sentido de solidaridad, de percibir el dolor ajeno, de identificarse con los otros.
“Surgen entonces las preguntas ¿Quiénes somos y en que estamos? ¿Quiénes somos los que estamos con el problema de la sequía? No se podían evadir las preguntas. Son preguntas fundamentales para enfrentar juntos a las políticas de los gobiernos de turno, a las políticas de los gobiernos locales, y sobre todo para comenzar a empoderar a los dirigentes comunitarios, porque no era un tema menor. No iba a haber agua.”
Álvaro planteó esas preguntas trascendentales en la Cooperativa de Hierro Viejo a la cual pertenece y postularon a un Fondo de Protección Ambiental con la Fundación de la Superación de la Pobreza, gracias al cual, se organizaron como Unión. Antes de ello, había estudios sobre la cuenca, pero no existía un trabajo desde la perspectiva de las dirigencias. Nadie se preocupaba de la tremenda labor que tienen estas personas, que eran responsables de responder a las necesidades de sus comunidades, con conocimientos técnicos muchas veces precarios.
“Llegaron al territorio profesionales de la Universidad de Playa Ancha, logramos que el municipio nos creyera lo que queríamos hacer como dirigentes sociales: empoderarnos con respecto al tema de la sequía. La unión se presenta a la comunidad, nos conocemos, vemos nuestras debilidades, nuestras fortalezas, compartimos la misma angustia por la falta de agua. Por necesidad de la Unión de APRs, la Municipalidad de Petorca crea la primera Oficina de Asuntos Hídricos, donde generamos un gran vínculo con su profesional a cargo, la geógrafa Carolina Vilches Fuenzalida. Nosotros no íbamos a ir nunca más a una oficina municipal a preguntar por un tema hídrico sin saber quién nos iba atender, porque el agua es el tema más importante en Petorca.”
Álvaro reconoce que en este transitar juntos con la Unión de APRs, él y los otros dirigentes han aprendido muchísimo. El vocabulario técnico cambió, también la actitud, que ahora es totalmente empoderada respecto de la lucha por lo que consideran un derecho humano inalienable. En las mesas del agua, han conocido a muchas personas que se han ofrecido a formarlos técnicamente, a compartir documentos para leer, a compartir experiencias, de tal modo de estar evolucionando constantemente y en colectivo respecto a las problemáticas que afectan a sus territorios.
“A mí lo que más me interesa es el dirigente social. Quienes están a cargo de la Unión de APR. Entonces tenemos que empoderarlo para que pida un camión aljibe, para que él entienda que su posición de dirigente es fundamental, es una persona de respeto en la comunidad, porque ve un tema que no es menor, es el agua, es la vida. Lo más importante para nosotros es que el dirigente necesita ser valorado, porque es gente que trabaja ad honorem, que deja a su familia para pelear por el tema del agua. Hoy, gracias a la Unión, estamos todos muy empoderados, llegan los periodistas internacionales y saben a quién preguntarle, sabemos qué responder. En Petorca se prioriza al monocultivo y no a la vida humana. Y eso todos lo sabemos, porque todos en el sector rural tenemos vecinos agricultores. De los años que nos conocemos hay algo muy importante que ocurre, que nosotros además de unirnos por el tema del agua, nos unimos como familia del agua, porque ya no somos los mismos de antes, si veo a Hernán ya no lo puedo dejar pasar o a la familia de Hernán, porque nosotros tenemos ya una relación y con todos los APRs nos pasa lo mismo, entonces, ¿Qué logramos con esto? Rescatar y destacar a dirigentes como Hernán que solo luchaba, luchaba, luchaba y nosotros no entendíamos porqué luchaba tanto por un APR, porque tampoco conocíamos el lugar donde él vivía, entonces cuando nosotros llegamos como Unión de APR, llegamos como amigos, nos dimos cuenta cuál es la lucha de él, que a pesar de vivir tan lejos, tenía el mismo espíritu de nosotros, porque también necesitaba agua, y ¿por qué tenían que tomar agua? Porque eran personas y tenían los mismos derechos que tenía yo y que tenían todos.”
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[1] Décima Espinel. Forma poética compuesta de 10 versos octosílabos de rimas consonantes, creada en la España del Siglo XVI y con gran presencia en distintos países de Latinoamérica.
[2] Pirquinero es quién realiza las labores de extracción de mineral en forma artesanal e independiente.
[3] INDAP: Instituto de desarrollo agropecuario, dependiente del Ministerio de Agricultura del Gobierno de Chile.
[4] La reforma agraria chilena fue un proceso que se inició entre 1962 y 1973 y que consistió en la redistribución de tierra en favor del cultivador de la tierra (campesino).
[5] Dirección General de Aguas del Ministerio de Obras Públicas, Estado de Chile.