09 de enero de 2019, Facebook de Stefan Borghardt
Me llamo Stefan Borghardt, tengo 28 años, soy de Alemania y estudio fotoperiodismo. Desde fines del año pasado estaba trabajando en un proyecto personal sobre el Fracking, en las zonas de Vaca Muerta y el Alto Valle rionegrino. El lunes, 7 de enero, por las 18 horas andaba por el lote 56 de la empresa Treater Neuquén S.A. cerca de Añelo, fotografiando los basureros petroleros a cielo abierto. Saqué varias fotos con las dos cámaras profesionales que llevaba encima y alcancé a sacar cuatro fotos con el celular. Ahí me agarró un supervisor, me llevó a la entrada del predio en su camioneta y habló por teléfono con su jefe. Éste insistió que borrara las imágenes y yo aparenté que había sacado todas las fotos en rollo. Llamaron a la policía y me llevó a la comisaría 10 de Añelo. Durante el trayecto, la oficial que estaba sentada a mi costado, se metió en mi celular reproduciendo mensajes de voz y leyendo otros mensajes personales enviados y recibidos en altavoz, sin mi autorización.
Después, en la comisaría, tampoco me permitieron usar mi teléfono. Además, ya tenían evidencia de que yo era periodista por mi carné de prensa que se los había presentado. Me hicieron dejar todas mis cosas arriba de la barra de atención. Me hicieron un montón de preguntas mientras la oficial labraba el acta de mis pertenencias. Cuando me apresuró para que lo firmara, insistí en leerlo con calma antes de poner mi firma abajo, para asegurarme que estaba todo documentado de forma correcta. Se enojó y me llevó a un calabozo, empujándome e insultándome. A un testigo que habían llamado para firmar el acta por mí, no lo alcancé a ver. En el primer calabozo me pegaron, me patearon y un oficial que me maltrataba con una escoba desde lejos me dijo que odiaba a todos los alemanes. Otro policía me insistió que me apurara a quitarme los cordones de las zapatillas, porque sino me ayudaría él, y sacó un navaja del bolsillo para asustarme. También me dijo que si me decían que firmara, tendría que firmar y que las cosas no funcionaban como yo me las imaginaba. Yo durante todo ese proceso actuaba de manera defensiva pidiéndoles que no me lastimaran.
Después de todo ese proceso me llevaron a otro calabozo, donde permanecí durante aproximadamente dos horas. Cada rato me venían a visitar oficiales para hacerme más preguntas. En ningún momento me dieron el agua que les había pedido. Un policía incluso me preguntó por el valor de mis equipos fotográficos. Me sacaron del calabozo por las 22:20 horas (aprox.) y me llevaron de nuevo a la barra de atención, donde firmé lo que creo que era la denuncia contra mi persona, la declaración de la hora de mi detención y de la liberación y además el acta, confirmando que me habían devuelto todas mis pertenencias. Me informaron que habían secuestrado todo mi equipo fotográfico, pero yo firmé igual. No pedí que me entregaran una confirmación del secuestro ni leí ninguno de los documentos. Firmé para salir del lugar al instante y para no meterme en más problemas. Ya había aprendido la lección de que no era el ambiente para reclamar mis derechos.
Acá les comparto las fotos que logré sacar con el celular y difundir antes de que me agarrasen. Teniendo en cuenta el importante trabajo de mis compañerxs, me parece que estas injusticias no deberían de ocurrir sin que se entere nadie. Espero poder recuperar los equipos que son mis herramientas de trabajo como periodista.
Notifiqué tanto la embajada alemana como organizaciones internacionales sobre lo sucedido.
Estaría muy agradecido por cualquier ayuda difundiendo el caso para defender la libertad de la prensa.