Moira Millán, referente de la comunidad Pillán Mahuiza, de Chubut (Puelmapu) es sin duda uno de los rostros más conocidos a nivel internacional de la comunidad mapuche. Huyendo de las amenazas en su contra, el mes pasado recorrió Europa para informar sobre el pueblo mapuche y su resistencia. Aprovechamos su presencia en Bilbao, en Ekoetxea, para conversar con ella.
— ¿Podrías explicar en pocas palabras cuál es la situación actual de la nación mapuche?
—El territorio mapuche se denomina Wallmapu. El lado oeste, bajo administración chilena, es el Gulumapu; y el que se encuentra bajo administración argentina, el este, es el Puelmapu. En conjunto, serán poco más de 4 millones de mapuches los que pueblan estos territorios. Quizás sean más, pero hablamos de gente que se autodefine como mapuche: en la provincia de Chubut, de donde yo vengo, el último censo arrojó un 60 por ciento de autoafirmación identitaria mapuche.
El Wallmapu va del centro-sur de la provincia de Buenos Aires, sur de Mendoza, sur de Santa Fe hasta la provincia de Santa Cruz: a cuenta de la represión, nos dispersamos hasta allá. Este territorio estructura el 60 por ciento de la economía argentina y chilena. Allí hay gas, petróleo, minerales y, algo muy importante, hay agua. El agua hace de Wallmapu un territorio especialmente estratégico.
La situación es muy grave porque, además de la presencia de trasnacionales –la mayoría de origen europeo– expoliando el territorio, también existe, a partir de los latifundios, la conformación de una suerte de nuevos estados feudales posmodernos. Son multimillonarios, terratenientes, que compran muchísimas hectáreas –como (Luciano) Benetton, que tiene 1,9 millones de hectáreas–, y financian la represión. Tienen al Ejército y a la Gendarmería como serviles guardianes de sus posesiones. Tienen sus helipuertos y han cerrado infinidad de caminos. Lewis, ex dueño de la cadena Hard Rock Café, por ejemplo, alambró su estancia dejando aislado, dentro de sus tierras, el lago Escondido. No se puede acceder al mismo; hay que hacerlo a pie, y el camino, de 40 kilómetros, está cerrado.
Todo esto se está dando en una realidad donde las comunidades están dispersas físicamente. La Patagonia es inmensa. Hay media persona por kilómetro cuadrado, lo cual la convierte en un lugar idóneo para la formación de latifundios.
— Parece haber aumentado la represión en Puelmapu, y adoptado las mismas modalidades que se observan desde hace tiempo del lado oeste de la cordillera…
—Las mineras y forestales que operaban en Gulumapu perciben que hay un entramado perjudicial para su anclaje en aquellas tierras: nuestro pueblo lleva a cabo acciones de autoprotección, de defensa del territorio, sabotajes. El incendio de camiones y maquinaria, golpes efectivos y certeros contra su capital, les preocupa muchísimo. Tienen que contratar seguridad privada para custodiar los camiones con los que depredan el bosque, y esto es un gasto adicional. En la medida que el escenario de la resistencia mapuche contra las trasnacionales se hace más complejo, se va encareciendo la producción. Así, deciden trasladarse a una zona con los mismos recursos, y ahí tienen Puelmapu. Y se van con garantías de que en su nueva ubicación no va a haber conflictos sociales.
En Puelmapu se logró articular con el pueblo argentino. La lucha contra la minería en Esquel (Chubut) logró frenar el avance de la minería en la cordillera, porque las comunidades mapuches articularon su lucha con otras organizaciones de base, con vecinos autoconvocados, especialmente. A partir de esta resistencia crecieron las asambleas de ciudadanía autoconvocada, centradas en la problemática ambiental, en todo el Estado argentino. Esto preocupa a las trasnacionales y al gobierno.
En Puelmapu el pueblo mapuche tiene una herramienta legal que el resto del pueblo argentino no tiene: el convenio 169 de la OIT y el artículo 75 de la Constitución argentina. Gracias a estos dos soportes legales se han presentado muchos amparos para detener el avance minero, las represas, el fracking. Así, la “corporocracia” necesita que el Estado argentino levante, anule esas garantías legales. Y para ello necesita crear un escenario favorable que justifique la aplicación de la nueva ley antiterrorista; necesita convencer a la población de que somos terroristas. Por eso crean un enemigo interno, que es el pueblo mapuche. Se valen de los hermanos (Jones Huala) que recuperan legítimamente tierras usurpadas por Benetton: los hostigan y reprimen ante la indiferencia social y el tremendo racismo que existe en Argentina. Argentina es la Europa sudamericana, es la blanca de Indoamérica que no quiere asumir la cantidad de pueblos que la conforman: Argentina invadió el territorio de más de 40 naciones originarias; en la actualidad existen 36. Así que el Estado argentino lanza una campaña mediática de demonización del pueblo mapuche.
En la provincia de Chubut hay 145 mapuches desaparecidos. Santiago Maldonado no fue el primero. Uno de los casos más emblemáticos que hemos denunciado es el de Luciano González. Desapareció el 8 de marzo de 2009, durante un muy violento operativo de allanamiento. Venía de una comunidad muy pobre, fue torturado y asesinado. Nadie marchó por él.
— ¿La represión sólo se hace visible cuando afecta a blancos, como a Elena Varela o Santiago Maldonado?
—Así es. Santiago Maldonado fue a solidarizarse con la causa por la libertad del lonko Facundo Jones Huala, en la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia, de Cushamen, que son quienes realizaron el corte de ruta, violentamente reprimido y en el que Santiago fue desaparecido. Ahí salta la sociedad argentina porque Santiago Maldonado era un joven blanco, su familia viene del epicentro de la zona sojera, 25 de Mayo, su hermano es empresario… Todo esto hizo que la sociedad argentina pensara que le podía haber sucedido a cualquiera de ellos. La lucha comienza a trascender el dolor y el color de la piel del pueblo mapuche, empieza a tocar al pueblo argentino, que se ve remitido a hechos de la última dictadura militar.
También hay sectores que quieren abstraer la desaparición de Santiago de la lucha mapuche. Otros, directamente, culpabilizan a las víctimas cuestionando a Santiago, a su familia, a los mapuches. Y hay un tercer sector que, solidariamente, empieza a descubrir que hay mapuches en Argentina, que algo está pasando en la Patagonia, que hay intereses multimillonarios en nuestro territorio, que son el origen del conflicto. El pueblo mapuche no lucha por la propiedad de la tierra, sino por un modo de vida en la tierra. Ese modo es en armonía con la naturaleza, en reciprocidad con los pueblos; y esa lógica, por supuesto, no encaja dentro del sistema, de los valores de la matriz civilizatoria.
Lo que ocurrió no fue sólo desaparecer a Santiago Maldonado y con él intentar hacer desaparecer la solidaridad de los pueblos, sino intentar hacer desaparecer la lucha del pueblo mapuche. No se puede mostrar la ideología que alimenta esa pelea, que nutre de esperanza a ese pueblo, porque esa esperanza te puede llegar también a vos; es una esperanza que abraza el planeta, porque estamos planteando una nueva matriz civilizatoria, la constitución de una nueva sociedad, de una nueva humanidad que se replantee la forma de vivir y recupere el arte de habitar que teníamos antaño. Es, entonces, una lucha revolucionaria sumamente estructurada.
— ¿Qué retos afrontan ustedes a corto plazo?
—Queremos la inmediata libertad del lonko Facundo Jones Huala, el cese de la represión. Yo estoy en Europa porque me están amenazando de muerte: han torturado, sacrificado y colgado de la puerta de mi casa una zorra, señalando que el siguiente cadáver va a ser el mío. Mensajes mafiosos que revelan la impunidad con que actúan. Sabemos que quienes nos amenazan ahora son la propia Gendarmería y la Policía, con el consentimiento del gobierno. Así que estamos en alerta, pidiendo solidaridad, pidiéndole al pueblo argentino también por mi seguridad ya que no tenemos ninguna instancia a la cual recurrir.
Fuente: Autor: Alvaro Hilario, Bilbao (Euskal Herria), Borroka garaia/ Disponible en:https://goo.gl/G3xmPL