Ante una gran expansión de la agroindustria que cada vez ocupa más los campos con monocultivos, principalmente, dirigidos a la exportación, la agricultura indígena y campesina en Ecuador resulta una alternativa para contra-restar esta lógica capitalista y para asegurar una alimentación con soberanía como una transición hacia el bien común en ese país.
La agricultura campesina puede ser un mecanismo, donde una transición hacia un nuevo paradigma post-capitalista sea posible, siempre y cuando el Estado garantice las condiciones precisas, explicó François Houtart en su ponencia “La agricultura campesina e indígena como una transición hacia el bien común de la humanidad: el caso del Ecuador”, en el seminario del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) sobre “El Bien Común de la Humanidad”, desarrollada en marzo de este año en Quito.
El experto considera que no se trata de que los pequeños productores jueguen con las reglas actuales del capitalismo, y que, como se hizo en Europa y Estados Unidos, estén totalmente integrados en la cadena del capitalismo, “desde los insumos hasta la comercialización”.
“En la situación actual, eso significa una lucha social para defender o reconquistar espacios (territorios) en contra del modelo de agronegocio; organizar un acceso adecuado a la tierra y al agua; guardar el control de las semillas campesinas; resistir contra la introducción masiva de los productos químicos y de los transgénicos”, sostuvo en relación a las condiciones favorables a las diversas formas de agricultura campesina e indígena que debe crear el gobierno ecuatoriano.
Asimismo, recomendó que otros puntos importantes a los que el Estado debiera atacar tienen que ver con los vinculados a la comercialización y temas culturales. En el primer punto, sugiere que se deben suprimir “los intermediarios abusivos y los contratos de dependencia con empresas del capitalismo agrario, crear circuitos cortos de comercialización, reorganizar una sociedad rural multisectorial”. Respecto al tema cultural en el área rural, sugiere que se debe eliminar el vacío cultural provocado por la supresión de las escuelas comunitarias, la pérdida de las celebraciones locales, la ausencia de equipamientos, además se deben “construir alternativas a la migración de jóvenes y la feminización de la pequeña producción”.
Estas sugerencias se plantean en un país que, si bien cuenta con un marco normativo que promueve la Soberanía Alimentaria, la agricultura campesina- familiar dispone de poca tierra. El 94,53% de la tierra está en manos privadas; 4,88% está en propiedad comunal y 0,56% es propiedad del Estado.
Pese a esta clara desigualdad distributiva de tierras sumado a que el Gobierno de Rafael Correa (en sus dos gestiones) priorizó la agroindustria y generó mínimas políticas públicas para la fomentar la agricultura campesina/familiar, existen campesinos en indígenas que desde el campo se encargan de nutrir otra alternativa a la agroindustria, como resultado capitalista, y labrar el camino para una transición hacia el bien común.
De ese modo, las familias campesinas e indígenas se agrupan en asociaciones como una estrategia para producir y distribuir sus alimentos, que en muchos casos son producidos e manera orgánica como clara respuesta a los productores que usan agrotóxicos y semillas transgénicas.
Además, la producción agrícola es una forma de resistencia de los campesinos e indígenas a la agroindustria, no solo para fomentar la soberanía alimentaria, sino como resistencia directa a la misma que muchas veces está detrás de sus tierras, tal como dan cuenta los casos de acceso a la tierra sistematizados en el Movimiento Regional por la Tierra y Territorio.
Algunas historias:
“Asociación de Productores Orgánicos de Vinces” (Apovinces).
Esta asociación surgió del proceso organizativo de los años ‘60 y ’70 del siglo pasado de lucha campesina por la tierra, en la actualidad la asociación aglutina a casi 300 socias y socios legalizados de los cantones Baba, Palenque, Pueblo viejo y el mismo Vinces, además de 300 a 400 productores en tránsito. Los principales productos cultivados por la asociación son cacao, maíz duro, arroz, soya y frutales (https://porlatierra.org/casos/35).
“Asociación de Productores “Ñucanchi LLacta”.
Este modelo inspirador de lucha por la tierra, cuenta la fortaleza de 11 familias lideradas por mujeres, que un día decidieron “voltear a mirar sus chacras”, es decir, retornar al campo y recuperar las prácticas de cultivo ancestral. Se dedica a la producción de quesos, manjar de leche y yogurt con la leche, mermeladas de frutas silvestres de la zona (chigualcan, uvilla, mora, frutilla). Los productos se comercializan en la tienda comunitaria y en ferias. También algunas de las socias cuentan con huertos orgánicos, como la finca Tahuallullo que siembra productos típicos de la sierra, como zanahorias, col, remolacha, rábano, melloco, habas, choclos, etc. (https://porlatierra.org/casos/78).
Asociación de Montubios Autónomos de Colimes (ASOMAC)
Compuesta por más de 100 socios y socias. Producen principalmente cultivos de ciclo corto, como el arroz, siendo éste parte de su forma de resistencia a las políticas públicas y al Plan semillas que les exige que hagan monocultivo de caña de azúcar en Colimes, cantón de Guayas. Para contrarrestar los efectos en la salud y medio ambiente, siembran en las riveras del cultivo de arroz otras variedades de productos que complementen la canasta básica familiar alimenticia, como plátano, fríjol y frutales. (https://porlatierra.org/casos/106/).
Notas:
Esta nota se hizo en base al texto "La agricultura campesina e indígena como una transición hacia el bien común de la humanidad: el caso del Ecuador". (http://ht.ly/hMHG30b1fQ3) y a tres casos del Movimiento Regional por la Tierra y el Territorio ( https://porlatierra.org/casos).
Foto portada. https://porlatierra.org/casos/135