Durante la semana pasada, el Paraguay vivió intensos momentos que reflejan las dificultades que tiene para consolidar su democracia y superar la desigualdad estructural que arrastra desde el duro tiempo de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989).
Mientras el actual gobierno de Horacio Cartes intenta, como otros gobiernos de la región, prorrogarse en el poder; la Federación Nacional Campesina (FNC) celebró por 24va vez su marcha anual y 26 años de historia y lucha por la tierra.
Casi en paralelo, 25 senadores promovieron una enmienda a la Constitución en una sesión extraordinaria sin el resto de los 45 miembros de la cámara, a pesar de la oposición del presidente del cuerpo legislativo a permitir la reelección presidencial, prohibida para la superación de la dictadura. Se hace notorio que el partido de Fernando Lugo respalda la enmienda, con el claro objetivo de que él mismo, pueda presentarse a las elecciones de 2018, así como el actual paraguayo, Horacio Cartes con el Partido Colorado. Esta reunión y resolución desembocaron en la movilización y quema del Congreso, los manifestantes fueron sujetos y organizaciones independientes de la sociedad civil, así como de ministros y senadores de oposición.
En los mismos días, la FCN rememoró sus logros, los más de 40 asentamientos (casi 300 mil hectáreas) que conquistó y la permanente lucha que la organización encabeza desde 1994, denunciando la prolongación de la desigualdad que Paraguay sostiene para con los campesinos, a pesar de la transformación formal de su forma de gobierno. En tres días de marcha, los campesinos organizados, llegaron multitudinariamente a la ciudad capital con la lectura y visión clara, según Teófila Villalba, la actual secretaria general de la FNC, “no habrá paz social en Paraguay mientras actores latifundistas y el Estado sigan atropellando y vulnerando los derechos de las familias campesinas”.
La actual agenda de la FNC refiere a su resistencia a la “sojización” de las comunidades, la re-ocupación de comunidades y la reactivación de la producción local; es decir, su perspectiva es la reforma agraria, cómo única salida y cuestionamiento a los privilegios establecidos estructuralmente.
Parece claro, mientras el ámbito del poder político se afirma como un campo de disputa latente entre privilegiados por el latifundio y la concentración de tierras, las organizaciones campesinas e indígenas persisten en la resistencia. Uno y otro gobierno, no han cuestionado la gran propiedad y el modelo agroexportador de soya, persisten los desalojos y tarifazos en los servicios básicos, a la mayoría de los paraguayos. La gran aspiración democrática de los campesinos, seguramente pasará por la adecuada y sostenible distribución de recursos naturales, el mal gobierno insistirá en una democracia formal que permite suceder y heredar el poder entre grupos minoritarios y similares en su vocación extractivista.