Judith Flores Chamba
Miembro del Equipo Técnico Cumbre Agraria.
Agosto de 2016
A inicios del año 2015, el movimiento sindical y el movimiento indígena ecuatorianos, luego de un periodo de accionar político separados, conformaron lo que se autodenominó Colectivo Nacional. El colectivo se propuso articular los procesos de resistencia del campo y la ciudad, así como enfrentar las medidas del modelo de modernización capitalista basado en el neo-extractivismo, que la Revolución Ciudadana viene implementando desde que llegó al gobierno.
Durante un año y medio, esta coordinación permitió el fortalecimiento de la movilización social y el posicionamiento de las demandas colectivas en los ámbitos laboral, ecológico, social y político. Muchas de las convocatorias de las organizaciones sociales se concretaron en masivas movilizaciones en todo el país que exigían la corrección de la política económica y social. Las medidas tomadas por el régimen de Rafael Correa, lejos de abrir canales de diálogo, fueron acciones represivas, de desprestigio a las dirigencias sociales y de criminalización de la protesta social, apoyados en los medios de comunicación masivos y el sistema judicial carente de autonomía.
En este marco, las organizaciones campesinas del Colectivo Nacional hicieron el llamado al gran Encuentro Nacional Agrario, punto de partida de lo que se denominó Cumbre Agraria Ecuador, con el propósito de “Construir una plataforma estratégica de movilización del conjunto de pueblos y nacionalidades, campesinos, trabajadores de la agroindustria y sectores populares para levantar la Agenda Agraria Nacional que transforme la estructura agraria, garantizando la soberanía alimentaria y la defensa de los territorios frente al avance del capital” [1].
Este proceso se desarrolló en todo el país con una serie de Pre-Cumbres locales o sectoriales. En cada evento se identificaron las problemáticas más sentidas por los campesinos, campesinas, pescadores artesanales, usuarios ancestrales del manglar, consumidores urbanos y trabajadores agrícolas. A la par de la identificación de las problemáticas, se recogieron las propuestas y estrategias desde el mundo rural frente al Estado y de cara a sus propias organizaciones.
El esfuerzo de diálogo que partió de la conjunción de varias organizaciones nacionales, entre ellas Conaie, Tierra y Vida, Feunassc, Ocaru, Colectivo Nacional de Dirección, Comisión Nacional de Agroecología, Fecaol, Foro Hídrico, Astac, se multiplicó en todas las regiones del país. El informe a julio del 2016 daba cuenta de la realización de 10 encuentros en la Sierra, 8 en la Costa y 6 en la Amazonía, donde decenas de organizaciones y actores locales se sumaron.
Construyendo una agenda agraria para el campo y la ciudad
Frente a la histórica deuda agraria que mantiene el Estado con el campo, la apuesta por consolidar una agenda común, que ensamble necesidades y actores del campo y la ciudad, ha sido motor de este proceso.
Las propuestas desde la Cumbre Agraria se trabajaron en dos niveles, uno para fortalecer el tejido organizativo que enfrenta la sistemática fragmentación, división y cooptación de sus dirigencias; y el otro de cara al Estado, la política pública y el nuevo marco jurídico que -lejos de profundizar los postulados constitucionales de la soberanía alimentaria- ha sacramentado la inequidad en el campo con la aprobación de leyes que respaldan el cambio de la matriz productiva en el agro.
Si bien la agenda de la Cumbre colocó en el centro la inequidad en el acceso a la tierra y agua, durante este proceso se apuntaló una plataforma programática más detallada que responde a las problemáticas y demandas de las organizaciones participantes, entre las principales:
· Declarar el estado de emergencia de tierras y territorios amenazados por los proyectos de cambio de matriz productiva y energética (hidroeléctricas, minería, petróleo, agroindustria, otros)
· Declarar la movilización y vigilancia frente a la implementación de la normativa que afecta a los sistemas comunitarios y construir un régimen especial comunitario.
· Fortalecer las organizaciones en la base, reconociendo todas las formas y mecanismos, con una perspectiva plural. Con énfasis en jóvenes y mujeres a quienes se reconoce su rol fundamental en el mundo rural y a la vez denunciar todas las formas de violencia y opresión que viven.
· Apoyar los procesos de resistencia frente a la extracción petrolera y megaminera; denunciar la afectación a tierras, fuentes de agua y a la producción sana.
· Fortalecer la comercialización directa, autónoma y solidaria entre productores y consumidores, ampliando la alianza campo – ciudad, para tal efecto se propone masificar las ferias agroecológicas.
· Promover y difundir la afiliación de las familias campesinas al Seguro Social Campesino; denunciar el intento del Estado a través de sus funcionarios de restar autonomía y soberanía al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y al Seguro Social Campesino.
· Declarar movilización permanente para defender la semilla nativa y rechazar el control y privatización de la misma.
· Construir la banca comunitaria orientada a financiar la producción campesina, en este proceso contar con el apoyo de la academia y centros especializados en temas de economía popular y solidaria.
· Construir la alianza universidad- campo rural para fomentar la educación en el campo respondiendo a las necesidades y condiciones propias del mundo rural.
· Establecer campañas de formación y sindicalización de los trabajadores de la agroindustria.
Se dio especial atención a la Ley de Semillas y Agrobiodiversidad, pues se halla en debate en la Asamblea Legislativa, con la aprobación anterior de las leyes de Tierras y Territorios, Recursos Hídricos y Minería se cierra el círculo que encamina las políticas agrarias a fortalecer el agronegocio.
Lo avanzado y los desafíos a futuro
En el adverso contexto nacional, la Cumbre Agraria Ecuador logró movilizar a miles de campesinos a las PreCumbres y a la Cumbre Nacional realizada en Quito el 21 y 22 de julio.
La Cumbre Agraria como proceso articulador, en este primer momento logró un avance significativo al consolidar la plataforma de resistencia agraria con la participación de actores clave en el mundo rural y urbano.
Las resoluciones de la Cumbre Agraria plantean acciones para lo nacional y local, la dirigencia está clara de que el ánimo organizativo se mantendrá en tanto se den respuestas locales con una perspectiva nacional, a la par se enfrente el reto de mantener la articulación regional y nacional.
Los resultados deben ser medidos en los tiempos de largo y mediano aliento. Se ha planteado la necesidad de fortalecer las tres miradas que permitan al movimiento rural establecer estrategias diferenciadas que confluyan
- una mirada de la situación agraria para identificar estrategias de largo plazo
- una mirada con los grandes acuerdos nacionales que permita identificar procesos de mediano y corto alcance
- una mirada de los acuerdos operativos que facilite la identificación de puntos de encuentro inmediato para la acción frente al estado y de cara al tejido organizativo rural, este pliego se ha denominado Acuerdo Nacional Agrario
A pesar de que los siguientes meses, el escenario político estará atravesado por la definición de candidaturas para las elecciones del 2017, se espera que los puntos del Acuerdo Nacional Agrario sean la herramienta para que las organizaciones rurales emplacen, dialoguen, acuerden con los candidatos. Sin embargo, buena parte de las organizaciones que no participan de manera directa en las elecciones, apuntan a fortalecer el quehacer político en la resistencia de la Ley de Semillas y en la defensa de los territorios amenazados por la política extractivista.
[*] Fotografía de Esteban Cadena Noboa / CONFENIAE.
[1] Equipo Técnico. Documento conceptual Cumbre Agraria, 2016.