El Centro de Estudios Urbano Territoriales (CEUT) de Maule, Chile, y el investigador Fernando de la Cuadra forman parte de los nuevos aliados del Movimiento Regional por la Tierra y Territorio. De la Cuadra sistematizó el caso 149: Familia Moons Herrera y la opción por habitar poéticamente la provincia y prepara el caso sobre un joven que decidió irse a vivir al campo y ahora es promotor del comercio justo de productos agroecológicos.
Este Centro nació en 2011 como iniciativa de la Universidad Católica del Maule y ONG Surmaule. Está formado por un grupo de académicos, profesionales y estudiantes de variadas disciplinas e instituciones. De la Cuadra es uno de los investigadores y cuenta con un doctorado en Ciencias Sociales por la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro.
El CEUT tiene su sede en Maule, centro sur de Chile, y surgió por la necesidad de contar a nivel de la región con una institución que se propusiera comprender las transformaciones ocurridas en las últimas tres décadas en esa región. Puso énfasis en “los procesos de interconexión e hibridación territorial entre el campo y la ciudad, especialmente en la relación con la emergencia de ciudades intermedias que articulan las actividades del medio rural, agrícolas y no agrícolas, con las nuevas formas de asentamientos humanos que se constituyeron en el último periodo y que, con un componente urbano, se vinculan estrechamente con su entorno rural”.
Entrevistamos a De la Cuadra sobre los intereses y caracterísicas del CEUT; sus investigaciones en conflictos socio-ambientales y la importancia de generar vínculos alrededor de las experiencias del acceso a la tierra y territorio en Sudamérica.
¿Por qué uno de los intereses de la CEUT es hacer foco a los territorios y localidades rurales?
Son aquellos espacios en la intersección rural urbana o rurbanos en los cuales se desarrollan un conjunto de actividades vinculadas a la vida rural y al agro en su componente silvoagropecuario y agroindustrial, proveyendo fuerza de trabajo, insumos y servicios a estas actividades productivas, como a otras formas de producir y vivir en el ámbito regional.
En este sentido, sin desconsiderar las dinámicas que se producen en el ámbito urbano, el CEUT privilegia las articulaciones entre las ciudades intermedias y los procesos de desarrollo local en el contexto de una región (Maule) que se sitúa entre dos polos importantes de producción académica como son Santiago y Concepción. De esta manera, el Centro ha definido como temáticas prioritarias la planificación territorial, los territorios no-metropolitanos, la política ambiental y los procesos de mitigación, adaptación y resiliencia de los territorios rurbanos ante el impacto del cambio climáticos.
Lo rural o lo nuevo de lo rural se perfila, entonces, como un espacio en el cual confluyen diversos actores y que va siendo construido y modificado permanentemente, tanto por quienes lo habitan como por aquellos que no viven en él pero que tienen intereses en los recursos que éste proporciona, ya sean de supervivencia, crematísticos, estéticos o recreacionales. El CEUT procura estudiar las relaciones sociales que mantienen y disputan el sentido con que se construyen y transforman estos territorios. Se propone conocer esta realidad a través de un abordaje multidimensional con tres ejes o líneas de trabajo: la política (formas de construir el territorio); la sociocultural (dinámicas de inclusión-exclusión en las prácticas cotidianas del territorio) y la económica (valoración y producción del territorio, posibilidades y conflictos).
¿En Chile se acostumbra que la Academia, instituciones y el Estado den importancia al área rural? Y si es así ¿a partir de qué concepto y visión sobre el área rural se lo hace?
Es una pregunta compleja y que requeriría una respuesta muy extensa. Pero sintetizando, y con el riesgo de parecer un poco esquemático, pienso que históricamente la preocupación por los espacios rurales en Chile ha tenido momentos de avances y retrocesos, flujos y reflujos. Quizás el periodo en que se discutió más sobre el mundo rural y las comunidades que habitaban en él, fue durante el proceso de la reforma agraria a mediados de la década del sesenta y hasta el golpe cívico militar de 1973. Después de eso, el mundo rural quedó restringido a su función como proveedor de alimentos y productos primarios con poco valor agregado (frutas y hortalizas, madera y celulosa, vinos) que le dio a Chile la posibilidad de aprovechar sus “ventajas comparativas” en los mercados internacionales. Esta expansión de la vocación agroexportadora del país se realizó —como sabemos— a partir de la imposición de una política económica neoliberal en el contexto de un régimen autoritario y represivo, que restringía los derechos de los trabajadores y mantenía un férreo control sobre los habitantes del campo: campesinos, pobladores rurales, pueblos originarios, etc..
A partir del advenimiento en 1990 de la democracia este enfoque fue alterado, aunque no en lo sustancial, asignándole al sector rural un papel de continuidad en la matriz agroexportadora sustentada por todos los gobiernos que se sucedieron en el poder durante los últimos 27 años. Con algunos matices, las políticas públicas destinadas a los sectores que habitan en el medio rural se han dedicado a mantener una agricultura familiar de subsistencia, especialmente en las zonas de secano, con fuertes inversiones en los valles regados del centro-sur del país, donde se observa la fuerte presencia de empresas y corporaciones transnacionales dedicadas preferencialmente a la producción y exportación de fruta fresca y de vinos. También en la parte centro y centro sur del país se ha producido una notable expansión de la actividad forestal, especialmente en las zonas de pre-cordillera y en el secano costero. Más al sur la producción cerealera junto con la ganadería bovina, porcina y ovina destacan como las principales actividades agropecuarias.
En ese contexto, la política implementada en estos años para los sectores de pequeña agricultura familiar ha sido la de proporcionar diferentes tipos de instrumentos orientados a la mantención de un tipo de agricultora dedicada a la producción de alimentos para el mercado interno y para el autoconsumo –en el caso de los campesinos más pobres y con menor dotación de recursos– (…).
Pero el actual espacio rural también se ha visto enriquecido por otras actividades que no son necesariamente silvoagropecuarias, lo cual se enmarca en las nuevas configuraciones que adquiere el territorio rural como espacio multifuncional y diversificado de producción y de vida. Junto con procesos de reasentamiento de habitantes urbanos en el medio rural (neorurales) también se observa un fenómeno de desruralización o desplazamiento de la población rural de los sectores llamados de ruralidad profunda hacia pueblos y ciudades intermedias, especialmente de los estratos más jóvenes.
Por lo tanto, las visiones y las políticas destinadas a los sectores rurales se insertan en este escenario diverso y complejo del actual mundo rural, tratando de comprender estos importantes cambios que vienen alternado las formas de producir y de habitar el espacio rural, con la emergencia de nuevos actores y la desaparición de actores tradicionales que habitaban la escena rural y que ya se han reconfigurado o simplemente desaparecieron, como por ejemplo, el inquilino, el peón de la hacienda o el afuerino.
A partir de sus líneas de trabajo ¿qué temas actualmente están investigando actualmente los miembros de la CEUT?
En el ámbito político (…) dos proyectos en curso se relacionan a programas de investigación financiados por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt), que son: a) “Habitar intermedio, un análisis de dos ciudades vulnerables”, en asociación con la Universidad Central de Chile; y b) “Modernización ecológica en Chile. La ruta modernizadora chilena en el contexto de las economías basadas en las industrias extractivas y la construcción de un modelo para análisis comparativo”, en asociación con la Universidad de la Frontera, Temuco.
En el ámbito sociocultural destacan los estudios sobre los procesos migratorios, la integración, identidades territoriales, acción colectiva, diferencias de género y segregación socio-espacial. En ese espectro de estudios hay que destacar “Identidad e identidades del Maule”, el cual fue financiado por el gobierno regional. En dicho estudio se busca entender las dinámicas identitarias de una región que se encuentra en una tensión permanente entre lo urbano y lo rural. Tales temáticas son especialmente significativas en una región que ha experimentado un intenso proceso de profundización y aceleración de los flujos de migrantes, especialmente de países como Colombia, Venezuela o Haití. Otro proyecto que se encuentra en espera de obtener financiamiento aborda el tema de las nuevas formas de asentamiento que se constituyen en la región, específicamente, los poblados, aldeas o villorrios rurales que han surgido a la luz de la expansión de empresas agrícolas, agroindustrias y complejos forestales.
En el ámbito económico se ha venido problematizando en torno a los impactos territoriales, económicos y sociales derivados de una inserción económica global basada en la exportación de recursos naturales de bajo valor agregado y otros procesos que contribuyen a la injusticia territorial. En esta línea destacan los proyectos “Inmigración internacional en el Maule: inserción laboral y aportes a la economía regional”, financiado por la Corporación Regional de Desarrollo Productivo del Maule y el estudio “Cartografía de heterogeneidades económicas en el Biobío, Maule y Valparaíso, realizado con otras dos universidades regionales.
Un tema que tú has trabajado son los conflictos socio ambientales ¿cómo has visto que ésos afectan a las poblaciones campesinas e indígenas de Chile?
(…) Estudios difundidos por organizaciones como el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA) o el mismo Instituto para el Desarrollo para el Desarrollo Rural de Sudamérica han permitido visualizar la enorme capilaridad de los conflictos socio-ambientales en la región. Algunos de dichos conflictos los he podido acompañar más de cerca. Tal es el caso de los conflictos entre las comunidades mapuche, las empresas y el Estado chileno, en los cuales he podido constatar en terreno que es casi una constante —tanto en los mega proyectos hidroeléctricos como en el caso de las empresas forestales—, la violación del territorio que sufren dichas comunidades en manos de las empresas que dicen encarnar los ideales del progreso y del crecimiento económico. Estos emprendimientos que se sustentan en una equivocada concepción del desarrollo que tiene su origen en concepciones eurocéntricas, han ocupado los territorios Mapuches con el silencio o la complicidad del Estado chileno, provocando la agudización de la pobreza entre dicha población, la cual finalmente se ha rebelado en algunas zonas, generándose un conflicto de contornos dramáticos, con enfrentamiento y asesinatos, que los sucesivos gobiernos han tratado de resolver por medio de la represión, la ley antiterrorista, la descalificación y el chantaje. Ello ha sido denunciado inclusive por organismos internacionales de Derechos Humanos y por el Relator Especial de Naciones Unidas sobre los Derechos y Libertades Fundamentales de los Pueblos Originarios, Señor James Anaya, el cual en parte de su informe concluye que “el Estado chileno debe terminar con el uso de la fuerza para pasar a construir confianza y espacios de mayor participación en las negociaciones para responder a las diversas demandas de este pueblo”.
¿Cuál crees que es la importancia de articular experiencias sobre el área rural, específicamente de acceso a la tierra y territorio a nivel sudamericano?
El acceso a la tierra y al territorio es un elemento central para mejorar las condiciones y la calidad de vida de las comunidades campesinas y de los pueblos originarios. Eso nos lo advertía ya a comienzos del siglo pasado un lúcido José Carlos Mariátegui, quien en sus “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” nos dice que el problema del indio es fundamentalmente el problema de la tierra: “No nos contentamos con reivindicar el derecho del indio a la educación, a la cultura, al progreso, al amor y al cielo. Comenzamos por reivindicar, categóricamente, su derecho a la tierra.” Pero claro, la cuestión de la tierra no es exclusiva de los pueblos indígenas del Perú, es una problemática que atraviesa a todos los pueblos que se asientan en los territorios rurales y que necesitan de ese recurso para sustentar y reproducir sus formas de vida.
Por lo mismo, considero de la mayor importancia la difusión de experiencias asociadas al acceso a la tierra a nivel sudamericano, sobre todo de casos que puedan servir como fuente de inspiración para otras personas o comunidades que no cuentan con este recurso y que, a veces, no vislumbran los caminos posibles para conseguir este objetivo. Desde el CEUT pretendemos continuar apoyando en la construcción de este proceso y compartir con el resto de los amigos de la región experiencias que encontremos enriquezcan este acervo, tal como nos hemos enriquecido al conocer muchos de los casos que ya se encuentran publicados en el sitio Movimiento Regional por la Tierra y Territorio.