Entrevista realizada por Berta Camprubí, Resguardo Corinto
Fotografía de Ariel Arango, Colectivo Entrelazando
Feliciano Valencia nació en el resguardo indígena Mochique Los Tigres del combativo departamento del Cauca, Colombia. Miembro del pueblo nasa, nación ancestral que se extiende alrededor del río Cauca y los páramos del suroeste colombiano, ha aprendido desde niño a defender la autonomía de los pueblos indígenas y la unidad con el resto de comunidades oprimidas. Valencia abre interesantes debates a partir de las cuestionantes de Berta Camprubí, en una conversación de más de tres horas en el Centro de Armonización Gualanday, centro penitenciario regido por la jurisdicción especial indígena, donde cumple una condena de 16 años por el supuesto secuestro de un cabo del ejército infiltrado en una masiva movilización indígena el año 2008. A medida que avanza la dialéctica se va liberando de su diplomacia inicial y se radicalizan sus argumentos.
Usted es un referente para el movimiento indígena en una región, el Cauca, que es referencia para la lucha indígena a nivel internacional. ¿En qué debería enfocarse esta lucha en la actual coyuntura?
Mirando lo que hemos construido en los 45 años de proceso organizativo con el Consejo Regional Indígena del Cauca, el CRIC, creo que el movimiento indígena debe centrarse en consolidarse como alternativa al modelo imperante, a través de nuestra cultura y espiritualidad. Segundo, centrarse en el tema de la autonomía. Hay que precisar que una cosa es la autonomía de los pueblos indígenas desde lo que somos, práctica y precisa, y otra cosa es la autonomía que nos da el Estado, una autonomía de papel.
El tercer elemento es la unidad con otros sectores para construir un poder popular más allá de lo indígena; la unidad con negros, campesinos, estudiantes, sindicatos y con otras batallas. Una unidad sin vanguardias, sin caudillismos. Otra prioridad debe ser defender el territorio como la posibilidad de la existencia nuestra, del planeta y del universo.
Líderes indígenas siguen siendo asesinados a diario como es el caso reciente de Berta Cáceres. ¿Algún día terminará ésta persecución?
Creemos que ese es el coste político que los movimientos sociales, indígenas, populares, en el mundo hemos pagado por confrontar un sistema, un modelo y un poder establecidos. En esas ligas y en esas batallas hemos puesto muchos muertos, ahí nomás está el caso de nuestra compañera Berta Cáceres luchando en Honduras. Y nos preocupa mucho el caso colombiano porque si las condiciones de seguridad real no mejoran el postconflicto va a seguir contando muertos. En Colombia están habiendo negociaciones para que las FARC y el ELN se desmovilicen pero el paramilitarismo va en aumento. Y el narcotráfico y las bandas criminales se mantienen. Y la institucionalidad colombiana es muy débil para actuar contra este tipo de crimen organizado.
Sufrimos el flagelo de la delincuencia común, el problema de la corrupción y los bandidos o delincuentes de cuello blanco. Si la correlación de fuerzas no cambia en el país y los que estamos buscando acceder al poder para transformarlo no tenemos las mínimas garantías, el asesinato de líderes sociales va a continuar. Por un lado está la eliminación física de los luchadores sociales, por otro lado la criminalización de la protesta social y por otro lado aun está la judicialización de los líderes populares como es el caso mío.
¿Opina que América Latina está experimentando un giro a la derecha?
Se ve en el contexto, en el vecindario, este mensaje, la pérdida de terreno del poder izquierdista social y la avanzada otra vez de la derecha. Venezuela en crisis, a puertas de perder ese poder nacional que tiene, los modelos ecuatoriano y boliviano siendo cuestionados… Parece que hubiera, o un repliegue o una nueva ocupación del poder real por parte de la derecha en Latinoamérica con Macri en Argentina como exponente. Brasil se mantiene con algunas dificultades pero hay una avanzada fuerte de la oligarquía y lo que más nos preocupa es que gane Trump en los Estados Unidas y que acabe con lo popular que queda en Latinoamérica.
¿Los gobiernos llamados progresistas –Evo Morales, Rafael Correa– han favorecido de manera real a los pueblos indígenas?
Es difícil de decir. No se ha dado en una realidad pragmática que podamos palpar. Por ejemplo el gobierno progresista de Rafael Correa en Ecuador se ha enfrentado al movimiento indígena en algunas regiones. Los pueblos indígenas venezolanos, aunque tienen participación y reconocimiento en el gobierno, no tienen el poder ni los derechos establecidos como pueblos indígenas en las declaraciones internacionales. En Bolivia el pueblo indígena se enfrentó a Evo Morales respecto a su concepción de desarrollo. Los mapuches en Chile están prácticamente avasallados por el Estado qué diremos de los guatemalteco etc. Así que hasta ahorita no ha habido un gobierno que haya retomado el pensamiento indígena para utilizarlo en su administración o por lo menos tomarlos como referencia. Todavía nos ven como algo simbólico, como algo folklórico o como algo formalizado que debe tener un gobierno para decir “miren, si somos humanistas con los indígenas”.
Las transnacionales, los tratados de libre comercio y los gobiernos neoliberales avanzan en América Latina. ¿Como frenarlos?
Vuelvo a insistir en la unidad. Ese bloque, por decirlo así, indígena-campesino-afro que vive de la tierra y que tiene en el territorio su lógica vital, tiene que ser capaz de construir un paradigma económico propio, alternativo, real y capaz de confrontar el otro modelo. Si no tenemos una autosuficiencia para sostener estos procesos vamos a tener que ser dependientes de los Estados, de la cooperación internacional o otras dádivas y no vamos a poder permitirnos esa autonomía que reivindicamos.
Entonces, como parar el modelo neoliberal? Siendo capaces de satisfacer nuestras necesidades. Por ejemplo, mientras el poder hegemónico nos dé un sistema educativo al servicio del modelo neoliberal, nosotros debemos tener el nuestro al servicio de un modelo comunitario. Si las fábricas de Coca-Cola son funcionales al modelo neoliberal, los indios por qué consumimos gaseosas cuando nosotros divinamente podemos crear nuestras bebidas? No debemos hacerle el juego al modelo neoliberal, y esa debe ser una postura política muy fuerte en el interior de nuestros procesos. Debemos descolonizarnos. Pero el neoliberalismo es una aplanadora, si no lo confrontas con casas concretas, te pasa por encima. Si él está acabando con La Madre Tierra nosotros debemos ser capaces de revertir y confrontarlo utilizando bien los recursos que ella nos da.
Si me pongo a hacer cuentas de lo que tengo para contrarrestar el modelo, lo tengo todo. El problema es que no lo estamos utilizando en masa. Y cómo llegar a las masas? a través de los usos y costumbres, de todo un proceso de recuperación de saberes y tradiciones que están allí esperando por nosotros. Por ejemplo, la salud debe volver a ser preventiva como era antes. Qué es mejor, que nos pongan una farmacia acá arriba en la vereda o enseñar a los niños para qué sirve cada planta? Nos dejamos avasallar. Contradicciones. Si no tienes formación, cultura, pensamiento y conciencia tienes que acudir al dinero, porque ahí si el dinero te puede solucionar algo.
“En el debate entre desarrollo y Buen Vivir en América Latina parece disputarse una parte fundamental del futuro del planeta Tierra”, dice Pablo Quintero. ¿Cuáles son las contradicciones entre desarrollo y Buen Vivir?
El desarrollo está fundamentado en un sentido de bienestar que lo da la plata, los recursos económicos; es tener para poder ser. Y se ha ido metiendo a todo el mundo en esa lógica para la que es necesaria trabajar de modo tal que termina uno siendo esclavo de toda esta visión. La lógica del Buen Vivir es contraria y contrapuesta. “Yo soy” primero; soy con el territorio, con mi cultura, mi comunidad, mi identidad, soy si tengo un pensamiento y lo construyo, lo defiendo y lo comparto. Siembro: como. Se me enfermó mi hijo: subo al páramo a buscar plantas medicinales. Ese es el Buen Vivir para mí y es muy contrario a lo que nos ofrece la modernidad, con una visión de desarrollo que va eliminando la vida en el planeta.
La industrialización para la comodidad de una gente sacrifica las posibilidades de vida del resto de la humanidad con el agravante de que ese desarrollo y ese bienestar que planea el mundo occidental en clave de modernidad no es accesible para todo el mundo. No es fácil tener acceso a un carro, a una buena universidad, son pocos los que pueden. En cambio, gozarnos esta Tierra, la naturaleza, la comunidad, los amigos, el tiempo que quieras, eso no se mueve con dinero, eso se mueve con el territorio y la Madre Tierra. Así vemos la contradicción entre el desarrollo occidental y nuestro Buen Vivir.
Contrarrestada con el alarmante gasto militar que tienen muchos Estados, la Guardia Indígena funciona sin armas y suele ser efectiva, ¿cuál es su estrategia?
Mira, el presupuesto para la seguridad de las fuerzas militares del país es equivalente al presupuesto de salud y educación juntas. Absolutamente absurdo. La Guardia Indígena tiene una dinámica realmente fuerte: comunicación, formación, espiritualidad, mingas, recorrido permanente en el territorio, puestos de control. No nos hemos puesto a cuantificar cuanto nos cuesta esto pero sale de la comunidad. Es una alternativa real porque tiene un componente cultural y espiritual que no lo tienen los otros grupos de seguridad armada. Ahí está la fuerza. En tiempos de problemas todo el mundo somos guardia, por eso todo el mundo tenemos la pañueleta roja y verde distintiva, si pasa algo nos la ponemos y vamos. Llevamos 16 años consolidando este proyecto que para mí es la mejor alternativa para el tránsito hacia la paz. La humanidad que quiere, una arma mortal o una alternativa civil a través de un elemento simbólico que sea capaz de poner orden en el territorio?
¿Necesitamos las instituciones públicas para llegar a una transformación social hacia el Buen Vivir?
Necesitamos consolidar nuestras propias instituciones alternativas. Las instituciones convencionales nunca serán una alternativa para la lógica de construcción popular. Una alcaldía y un cabildo indígena (gobierno propio reconocido legalmente en Colombia) jamás serán compatibles, y ya hemos caído en la cuenta, al menos los indígenas, que si bien es cierto que necesitamos la alcaldía a veces, ese poder no es el fin, es un medio para fortalecer nuestra institución propia. Y menos mal que los negros y los campesinos también han ido reflexionando en esa materia y pensando en su propia institución. Pero pesa, pesa mucho todavía, que los procesos y luchas sociales quieren llegar a conquistar esas instituciones de poder estatal y ahí es donde estamos siendo contradictorios.
¿Cree que deben aceptar la occidentalización como un paradigma ya naturalizado o deben combatirla como canon hegemónico?
Claro, el movimiento indígena ha adoptado muchas formas occidentales, la misma estructura de cabildo es una forma colonial que hoy funciona como nuestra estructura de gobierno. También las leyes que nos protegen son occidentales. Tratados, convenios, declaraciones, son visiones occidentales que tratan de interpretar el mundo indígena. Estamos supeditados a la OEA o a la ONU para salvaguardar nuestros derechos. Pero la ONU nunca ha adoptado una propuesta nuestra para que se convierta en tratado internacional…
Creo que si hay unas adaptaciones del mundo occidental que nos han servido, no podemos negarlo, es más, las necesitamos hoy en día. Pero hay cosas que han sido muy lesivas para nosotros. Por ejemplo los vicios o costumbres occidentales que se van metiendo en los asuntos internos nuestros. Como la elección de las autoridades de los cabildos que antes era por consenso y ahora hay que votar individualmente, e incluso algunos ya hacen campaña y así se forman divisiones. Hoy en día entró la tecnificación, los monocultivos, la producción con químicos, en fin una cantidad de cosas del mundo occidental capitalista que avasallan los territorios. Tenemos que luchar y lidiar con todo eso. El narcotráfico no es nuestro! La producción de alcaloides no es un asunto nuestro, nosotros lo que hacíamos es mambear la coca, ritualizarla, pero no convertirla en heroína o cocaína. Ese si se ha vuelto un problema muy difícil de combatir.
Y otro aspecto bien grave: ya hay una burocracia indígena. Y su tendencia hoy en día es a concentrarse y luchamos incansablemente para que no termine concentrando el poder y la comunidad quede supeditada a ella. Por eso diariamente repensamos formas organizativas que hagan que la comunidad tenga el control absoluto. Es muy difícil, pero tratamos de hacerlo. Ojala los recursos económicos no nos pesen y la burocracia para gestionarlos no nos atrape y termine controlando más que la comunidad.
Cumple una condena de 16 años por un delito de secuestro. ¿Cuál fue realmente la acción, “el crimen” que cometió?
Pues yo hasta ahorita me lo pregunto. El hecho se presenta en el año 2008 a raíz de un proceso de movilización que hicimos para pedirle cuentas al gobierno de Uribe sobre incumplimiento de acuerdos. Nos mandó una represión impresionante, con fuego de armas de largo alcance, tres días de forcejeo en la vía Panamericana, 82 heridos, un compañero asesinado por la fuerza pública… los ánimos estaban muy caldeados. Y en ese contexto se presenta la situación de un soldado del ejército que se infiltra entre la comunidad de manera premeditada con un fin concreto de colocar artefactos dentro de la comunidad para darles la razón al ejército y al presidente Uribe que nos acusan de tener guerrilleros de las FARC dentro la comunidad. Lo que en Colombia conocemos como un falso positivo, eso nos iban a hacer.
La Guardia Indígena lo detectó y la asamblea lo sentenció a nueve fuetazos, como remedio tradicional. Luego él interpone una demanda y la fiscalía determina que yo soy el culpable, mientras que yo solo aparecí para coordinar la asamblea. Se vulneraron todos mis derechos como indígena y al día siguiente de la denuncia yo ya estaba en la cárcel, estuve en un calabozo 54 días hasta que la justicia indígena peleó mi traslado aquí al Centro de Armonización del Resguardo de Gualanday, mi cabildo.
Lo más agravante es que la condena que pide la ley colombiana por el delito de que se me acusa, secuestro simple, oscila entre 9 y 16 años y a mí me dieron la máxima pena, que es desbordado. Se interpuso el recurso de casación y la corte suprema de justicia convocó audiencia para el 23 de mayo. Si no nos va bien iremos a la justicia internacional, a La Haya. Confrontar a los ricos, al gobierno, a la fuerza pública cuando atropella a las comunidades…todo eso me lo cobraron en este proceso jurídico.
Ha recibido ofertas de acilo político, ¿por qué no las ha aceptado?
Ha habido muchas ofertas, de Ecuador, Bolivia, Venezuela, Suiza. Yo creo que no tengo motivos para irme del territorio, aquí nací, aquí he hecho mi vida política, hay un acumulado muy importante y hay mucho por seguir haciendo y por ahora no tengo en mente salir del país. Eso sería darle el gusto a los enemigos del mundo indígena.
¿Cómo es cumplir condena en un Centro de Armonización, dentro de la jurisdicción especial indígena?
La autoridad indígena tiene un manual de convivencia. Hay que hacer labores agrícolas, procesos de formación y capacitación, hacer los rituales espirituales de armonización y participar de la vida de la comunidad. Nuestra custodia es del cabildo y este delega en la Guardia Indígena para que nos cuide en el Centro Gualanday. Si debo salir a hacer gestiones a las áreas urbanas salgo con permiso del cabildo acompañado de guardias indígenas. Y el IMPEC sube cada 15 días a pasar revista de nuestra estadía aquí.
Tengo restricciones en derechos políticos como ciudadano colombiano pero los derechos indígenas los conservo porque toda la comunidad sabe que este es un juicio político. Y gracias a estar aquí todavía sigo activo, ya no caminándome el país como hacía antes, ahora es la gente que viene aquí a Gualanday a seguir en el activismo político. La ACIN (Asociación de Cabildos del Norte de Cauca) y el cabildo de acá han definido Gualanday como un Centro Indígena de Armonización Espiritual pero también un centro de formación y construcción política, en el contexto del norte del Cauca. Así que aquí todos los días pasa gente, compartiendo en mingas de pensamiento, en rituales.
¿Cómo son las mingas de pensamiento?
Las mingas de pensamiento se dan con las autoridades y con los the walas. Buscamos la luna adecuada para que la conversa fluya y nos sentamos con la medicina, a repensar el proceso, como seguir construyendo unidad, como afrontar la relación con el gobierno etc. Normalmente vamos a los sitios sagrados; a ríos, lagunas, montañas, bosques. También hay mingas de formación política, con estudiantes, con mujeres, con jóvenes. Aquí llega gente que dice “Feliciano, aquí traigo coquita, agua ardiente, sentémonos a conversar”, y así lo hacemos. Esas son las mingas; unirnos, pensar y sentir para construir lo que necesitamos.
Para ir terminando, ¿cómo caminar hacia la paz en Colombia?
La paz, para mi concretamente, es la posibilidad de empezar a conversar para ponernos de acuerdo respecto a lo que queremos. Debe haber todas las condiciones, los mecanismos y las garantías para que conversemos y no seamos sometidos a la concepción de paz que se está negociando en este momento, de arriba abajo y no de abajo arriba. Creo que Colombia está dando los pasos. Si se logra negociar con las FARC, con el ELN y con el EPL habremos desactivado un mecanismo que no nos está posibilitando construir la paz. Pero luego el Estado tiene que dar un viraje en términos de transformar problemas estructurales del país, empezando por la redistribución de la riqueza.
Hay que transformar Colombia, lo que tenemos no es democracia. Hay que darle fuerza a las regiones para que pasen a participar directamente del destino de ellas. Atender los asuntos sociales; la salud tiene que ser patrimonio público del pueblo colombiano, no puede ser un privilegio. Educación, vivienda, empleo, servicios públicos, todo tiene que ser garantido por el Estado. Si no hay satisfacción de las necesidades sociales la paz va a ser muy difícil, porque de hambre nadie se va a dejar morir. Hay que apoyar al campo, a los campesinos con subsidios. Los subsidios para que sirven? Para dar un aire al pueblo que con tanta protesta y movilización tiene que comer también.
La verdad, no, no creo que el gobierno de Santos haga todas esas reformas pero es que la otra es renunciar al Estado de manera definitiva y hacer como los zapatistas. Renunciamos al Estado y nos independizamos totalmente del Estado y no nos joda más el Estado. Para mí particularmente, en el fondo, esa es la concepción, para mí esa es la autonomía de la que te estoy hablando. Hablamos de autonomía pero un gobernador de cabildo está arrodillado ante el alcalde para que le dé para una cancha de futbol; para mí eso es mendicidad. Un levantamiento indígena, yo estoy en esa línea. Levantémonos para mantener nuestro propio gobierno, nuestro territorio, nuestra constitución.
Ustedes tienen reconocida legalmente bastante autonomía; gobierno propio, jurisdicción especial indígena, órgano de defensa propio… Están acercándose?
Estamos cerca, para allá vamos. Esa es la autonomía deseable pero cuando a mí me ven diciendo esas cosas los ricos se asustan y mire a donde me traen. Este es el fondo del tema. Entonces tengo que moderar mi discurso de cara al sistema pero también de cara a las comunidades. Aun así, yo siempre he dicho que no confíen en la constitución, algunas leyes son incluso bonitas, pero de aquí a que se cumplan, olvídese. Lo que intentamos hacer a nivel local en Gualanday es esto, un nicho de autosuficiencia. Hay que caminar hacia la independencia absoluta, si nos desprendiéramos del Estado no nos moriríamos de hambre, ya tenemos toda la capacidad, el conocimiento y los saberes para resistir. Ese es el sentido de resistencia. No es resistencia estar hablando contra un muro llamado Estado, es resistencia caminar y mostrar que somos capaces de tener lo nuestro. No me vale una autonomía de papel, una autonomía en realidad dependiente. Así que, insisto, como confrontamos el modelo neoliberal? Construyendo, fortaleciendo y afanando más nuestro propio paradigma que ya está bien avanzado, solo hay que dar pasos trascendentales. Y el paso trascendental al cual me voy a dedicar el resto de mi vida, sea preso o libre, es darle forma a ese sentido de gobierno propio para poder decirle al Estado: “déjennos ser verdaderamente libres”.